Pan y Rosas Nº 5

Una cadena de aberraciones oprime la vida de una niña de 12 años en Mendoza. El primer eslabón de esa cadena es que la niña ha sido abusada reiteradamente por su padre y quedó embarazada, a su corta edad y bajo esa desgarradora experiencia. Su madre solicitó lo que debiera ser un derecho que ni siquiera hiciera falta pedir: autorización para que, en un hospital público, se practicara un aborto no punible, esto es, un derecho que ya existe por ley. Pero actuó el segundo eslabón de esa cadena para mantener a la niña esclavizada por el maltrato y el abuso: el hospital se negó.

Algunas pensábamos distinto y cambiamos de opinión, otras nunca habíamos hablado del tema. Algunas fuimos educadas en la religión, otras siempre sostuvimos que la Iglesia no tiene que meterse en nuestras vidas. Algunas lo vivimos de cerca, otras pensamos qué sería de nosotras si tuviéramos que vivirlo. Pero todas estamos convencidas de que no queremos que sigan muriendo 500 mujeres cada año, en Argentina, por las consecuencias del aborto clandestino. Porque ellas son nuestras hermanas o nuestras hijas, la mamá del compañerito de nuestro hijo o la novia de nuestro hermano, nuestras vecinas y nuestras madres, nuestra compañera de trabajo y la piba que se sienta en el banco de al lado en la escuela... la mayoría son jóvenes, pobres, mujeres trabajadoras y de los sectores populares. Por todas ellas y por nosotras decimos: ¡Anticonceptivos para no abortar! ¡Aborto legal para no morir! Y éstas son nuestras opiniones.

Fuimos más de 600 compañeras las que participamos con Pan y Rosas en el XXIIIº Encuentro Nacional de Mujeres... seamos miles las que tomemos en nuestras manos la lucha por nuestros derechos. Porque cada una de nosotras es hermana, vecina, madre, compañera de trabajo, amiga, cuñada, hija o compañera de estudio de otra mujer... ¡Y si sumamos a estas mujeres seremos más fuertes para luchar por cambiar nuestras condiciones de vida y de trabajo! ¡Más fuertes para acabar con la violencia, el maltrato, la discriminación! ¡Más fuertes en la lucha por acabar con un sistema que nos encadena con los grilletes de la esclavitud asalariada y nos asfixia con la soga de la opresión! Por eso te invitamos a leer este suplemento de Pan y Rosas y llevarte más ejemplares para repartir a otras mujeres conocidas, hacer pintadas en el barrio, organizar reuniones para ver el video del Encuentro Nacional de Mujeres entre varias, organizar charlas y debates, talleres, actividades culturales y deportivas...

"Cuanto más culto es el estado burgués, con tanto más refinamiento miente afirmando que la escuela puede permanecer al margen de la política y servir a toda la sociedad. En realidad, la escuela había sido convertida por entero en un instrumento de la dominación de clase de la burguesía (...), perseguía el fin de proporcionar lacayos serviciales y obreros mañosos a los capitalistas. (...). Trató de reducir (...) la enseñanza general a la formación de esclavos y ejecutores de la voluntad, sin (...)

Muchas maestras nos preguntamos si es posible que, con nuestro trabajo cotidiano, estemos aportando a la transformación de la sociedad en que vivimos, si somos meros reproductores de esta maquinaria capitalista o si podemos aportar algunas ’armas’ para el cambio que deseamos.

Si bien en los orígenes de la profesión las maestras cobraban un tercio de lo que percibían los varones por la misma labor, las luchas de maestras y profesoras permitieron alcanzar una mayor ’igualdad’ de salarios y condiciones laborales.

El trabajo docente, en sus distintos niveles, requiere e incluye, además del tiempo en el que se está en el aula frente a los alumnos, variadas actividades que se realizan, la mayor parte de las veces, fuera de la escuela.

’La maestra Patricia es casada pero la llaman ‘señorita’. El señor director es soltero, sin embargo no lo llaman señorito. Claro, los varones son señores siempre. Las mujeres en cambio, para ser señoras, tenemos que ser señoras de algún señor. Si no nos casamos somos señoras chiquitas: ‘señoritas’. Sólo al casarnos nos hacemos grandes y nos pueden llamar ‘señoras’. Bueno, pero yo estaba hablando de la señorita Patricia, que también la llaman ‘segunda madre’. Es madre, entonces, pero madre virgen, porque ser madre soltera no está muy bien considerado en la escuela.’