HACIA EL XXIVº ENCUENTRO NACIONAL DE MUJERES
Nuevos desafíos, ¡nuevas fuerzas!
Cuando usted esté leyendo estas páginas, miles de mujeres estaremos viajando hacia Tucumán. Nuevamente, como se ha hecho durante casi un cuarto de siglo, viajaremos al Encuentro Nacional de Mujeres para encontrarnos con obreras, maestras, enfermeras, empleadas y desocupadas, amas de casa, estudiantes, artesanas de todo el país que, cada año, nos reunimos para compartir experiencias y debatir sobre los temas que nos atañen. Y aunque esta misma ceremonia se repite desde hace 24 años, no es siempre igual y menos aún puede serlo ahora, cuando entre las peleas del gobierno y la oposición, por arriba, irrumpió una nueva situación de los de abajo que tiene un hito en la colosal lucha de las obreras y obreros de Kraft-Terrabusi, como también en el proceso de lucha y movilización que, desde hace meses, vienen protagonizando las trabajadoras y trabajadores Autoconvocados de Tucumán y otros sectores en distintas provincias.
Este XXIVº Encuentro Nacional de Mujeres se realizará a un año del inicio de la mayor crisis capitalista de las últimas décadas y está claro que los capitalistas nos han declarado la guerra, pretendiendo descargarla sobre nuestras espaldas. Con la crisis también aumentan las penurias y miserias a las que somos condenadas las mujeres, especialmente las más pobres y jóvenes, secuestradas por las redes de trata y prostitución, sufriendo secuelas en nuestra salud y muriendo por las consecuencias de los abortos clandestinos. Además, somos las más explotadas y las peor pagas entre los trabajadores.
Ante esto, las expectativas que millones de mujeres depositaron en el gobierno se hacen trizas: mientras las patronales imponen sus planes de ajustes y despidos, queda al descubierto la falsedad de las promesas que Cristina y Néstor Kirchner hicieron durante la campaña electoral. Todas las esperanzas que algunas mujeres pusieron en la conquista de nuestros derechos bajo el gobierno de una mujer, también caen en saco roto: cuando la ministra de Salud, Graciela Ocaña –que permitió un enorme retroceso en los programas de salud sexual y reproductiva-, tuvo que renunciar tras el escándalo del dengue y la gripe A, fue reemplazada por Juan Manzur, un ministro aún más clerical y reaccionario, conocido por “dibujar” los índices de mortalidad materno-infantil en Tucumán.
Pero, si nuestras penurias parecen seguir siendo las mismas o aún peores, la colosal gesta obrera en Kraft-Terrabusi es una muestra de que nuevas fuerzas pueden plegarse a la lucha por los derechos de las mujeres. Esa fuerza trasciende las fronteras de esa fábrica de galletitas y está constituida por miles de mujeres trabajadoras que emergieron rebelándose contra los despidos y suspensiones, desafiando la dictadura patronal, rebasando a los viejos dirigentes sindicales traidores, defendiendo a sus delegados elegidos democráticamente, organizando huelgas y asambleas, soportando incluso la represión de la policía, los aprietes de los funcionarios judiciales y del gobierno, convocando a la solidaridad del movimiento estudiantil y otros sectores. En Kraft-Terrabusi, emergió la voz de centenares de mujeres que empezaron reclamando medidas de prevención e higiene porque no querían que la gripe A llegara a sus familias y que terminaron protagonizando una gesta grandiosa, dejando al descubierto cómo, detrás del monopolio multinacional de la alimentación, se alinearon desde la burocracia sindical hasta el Ministerio de Trabajo, desde la embajada yanqui hasta la policía bonaerense, desde el gobierno nacional hasta los grandes grupos empresarios de los medios.
Pero también son las compañeras, hermanas y madres de los obreros de Iveco, Paraná Metal, Tersuave, organizando comisiones de mujeres y familiares para redoblar la solidaridad con las luchas; son las trabajadoras estatales, municipales, de salud y docentes que, en varias provincias, enfrentan el deterioro de la salud y la educación pública. La pandemia de gripe A en pleno invierno y la desidia del gobierno, los funcionarios y las patronales, desataron verdaderas rebeliones, como la de las trabajadoras y trabajadores Autoconvocados de la salud de Tucumán, que llevan meses de enfrentamiento a las políticas de vaciamiento del gobierno kirchnerista de Alperovich, después de haber perdido a dos compañeras enfermeras que dejaron la vida en los hospitales, salvando la de otros, por no contar con las mínimas medidas de prevención y seguridad.
Todas las mujeres que venimos organizándonos y luchando por nuestros derechos, las que enfrentamos a las redes de trata y prostitución, las que nos movilizamos por nuestro derecho a decidir, las que enfrentamos la hipocresía de jueces, políticos y funcionarios “progresistas” que, según la ocasión, denuncian las terribles cifras de centenares de mujeres que mueren por aborto clandestino, pero no hacen absolutamente nada para evitarlo, las que condenamos la violencia contra las mujeres, las que luchamos por la libertad de Romina Tejerina denunciando que no queremos que haya más jóvenes y adolescentes que tengan que atravesar por su situación... todas las que queremos acabar con la opresión, tenemos que plantearnos el desafío de sumar, en nuestra lucha, a estas nuevas generaciones en las que despierta la rebeldía: organizar comisiones de mujeres en todos los lugares de trabajo y estudio, en los barrios; desatar la fortaleza, la rabia desafiante y la firmeza de las mujeres para poner en pie un enorme movimiento que se decida a romper las cadenas que hoy pesan sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Pan y Rosas lucha por esta perspectiva. Por eso, llamamos a todas las mujeres que participan de este XXIVº Encuentro Nacional de Mujeres, a no permitir que sea uno más, que termine sin que acordemos entre miles de mujeres de todo el país –más allá de nuestras diferencias- qué medidas masivas, donde sumemos a otras miles de mujeres que no viajaron hasta este Encuentro, llevaremos adelante en la lucha por nuestros derechos.
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