EL CASO DE MARIA EUGENIA SAMPALLO BARRAGAN
Madres y padres desaparecidos, hijas e hijos apropiados
Por Cecilia Mancuso, Virginia Gómez (integrantes de la agrupación Pan y Rosas) y Florencia Sciutti, estudiantes de Ciencia Política (UBA)
Mirta Mabel Barragán en los años ´70 era una obrera de la fábrica SIAP (Sociedad Industrial de Aparatos de Precisión). Había sido elegida por sus compañeros y compañeras como delegada de la sección de Tableros, y militaba en el Partido Comunista. Un día después del golpe, la fábrica fue ocupada por el ejército y Mirta empezó a ser perseguida. Decidió renunciar a su trabajo y abandonar su lugar de residencia. Esa misma persecución la vivió su familia, dos de sus hermanas fueron detenidas junto a sus maridos, en el Centro Clandestino de Detención de la comisaría 5-º de la La Plata.
Mirta estaba en pareja con Leonardo Rubén Sampallo, a quien había conocido a través de la militancia en común en el PC. Él trabajaba en el Astillero Río Santiago, y también había sido elegido subdelegado de la sección Calderas. El Astillero, que se caracterizó por la gran combatividad de sus trabajadores, al final de la dictadura contó con la trágica cifra de 42 obreros detenidos-desaparecidos, y muchos años después fue una de las pocas empresas estatales que resistieron exitosamente la oleada privatizadora de los ´90.
Mirta y Leonardo para el año 1977 ya se habían mudado a la Ciudad de Buenos Aires con su hijo Gustavo, escapando de la persecución. El 6 de diciembre de ese año los tres fueron secuestrados, pero sus destinos serían diferentes. Mirta y Leonardo fueron trasladados al Centro Clandestino de Detención "Club Atlético", que funcionaba en la Capital. Su hijo, al ser separado de ellos, estuvo 23 días desaparecido, hasta que sus familiares lograron recuperarlo.
Cuando se la llevaron, Mirta estaba embarazada de seis meses y, a pesar de su delicado estado, fue detenida en un sótano sin ventilación, en condiciones de insalubridad y falta de higiene, donde convivían hacinadas decenas de detenidas.
En diciembre del ´77, el "Club Atlético" dejó de funcionar para ser demolido y llevar adelante las obras de la autopista. Tanto Mirta como Leonardo fueron trasladados a "El Banco", donde Mirta pasó los últimos meses de su embarazo. En febrero del ´78, su embarazo ya estaba en término por lo que decidieron llevarla, supuestamente, al Hospital Militar. Este dato no se puede confirmar, más allá de algunas declaraciones imprecisas, especialmente por el silencio que aún mantienen los perpetradores del genocidio. Lo que sí se deduce de los testimonios es que Leonardo, mientras seguía en cautiverio, supo del nacimiento de su hija.
Mirta y Leonardo hoy continúan desaparecidos. De ahí en más el camino de los tres se bifurcó, separando a los padres de su hija recién nacida y queriendo borrar el punto de partida: su origen. Veintitrés años después, esa niña nacida en cautiverio se convertiría en una adulta que reconstruiría su origen en la búsqueda imperiosa de la verdad.
La primera hija de desaparecidos en denunciar a sus apropiadores
En la vida de María Eugenia Sampallo Barragán hay miles de incógnitas. Desde que nació hasta que llegó a manos de sus apropiadores hay un vacío muy grande, y los responsables de ese "vacío" que aún hoy eligen el silencio, demuestran que "al contrario de lo que esperan el gobierno y algunos dirigentes de los partidos patronales opositores- no guardan un gramo de arrepentimiento por la apropiación ilegal de hijos e hijas de detenidos-desaparecidos.
Enrique José Berthier es hoy un militar retirado del ejército, que en el momento que Mirta dio a luz tenía 29 años de edad. Aparece en dos legajos de los archivos de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) como un agente del terrorismo de Estado. En ese entonces estaba casado con Violeta, quien no podía tener hijos y se encontraba en tratamiento, tal cuál consta en todos los pedidos de licencia por este tema que figuran en los legajos del genocida Berthier.
Según consta en el juicio en su contra que se está llevando adelante, donde María Eugenia y su abuela paterna Azucena Flora Martín de Barragán son las querellantes, el militar estuvo en posesión de la niña a los pocos días de nacer, luego de ser arrancada de los brazos de su madre. Su mujer Violeta se había negado a que se quedaran con la niña, por lo que Berthier hizo lo necesario para darle la criatura al matrimonio Rivas " Gómez Pinto, que también se veían imposibilitados de procrear, a cambio de mantener un silencio de por vida con respecto a la identidad de la beba.
Datos no faltan, sobran y hasta logran sorprender. A María Eugenia la anotaron como hija biológica del matrimonio Rivas - Gómez Pinto, y eligieron ponerle de nombre: María Eugenia Violeta Rivas. Violeta, tal como se llamaba la esposa de Berthier.
Por otro lado, sin ningún tipo de descaro, el apropiador Rivas manifiesta en el actual juicio que sentía el "deseo de adoptar un niño", y con esa operación ideológica trata de ocultar que el matrimonio se apropió ilegalmente de María Eugenia y que eran plenamente conscientes del origen de la niña, que habían sustraído de las manos de sus padres. La apropiadora Gómez Pinto incluso llegó a decir que sospechaba que la niña era hija del militar Berthier, quien había dejado embarazada, luego de una violación, a una detenida en cautiverio. Esta declaración, más que elocuente, demuestra que aún que éste no haya sido el caso, las violaciones de las detenidas eran algo frecuente por parte de los militares que actuaban en los centros clandestinos de detención.
Incluso, Gómez Pinto, tal cual consta en las fojas del juicio, desde muy pequeña le gritaba a la niña cosas tales como: "yo te crié entre pañales de seda, si no fuera por mi estarías tirada en un zanjón mocosa caprichosa, hija de guerrillera tenías que ser para ser tan rebelde" . A María Eugenia le marcaron los pasos de su niñez con una idea: Berthier había hecho "una obra de bien". Por lo dicho queda más que demostrado que la apropiadora era plenamente consciente del origen y sustracción de la niña.
Desde chica María Eugenia dudó de su origen, y portaba en ella una valentía tal que siendo muy pequeña se animó a enfrentar a Berthier preguntándole abiertamente quiénes eran sus padres. La respuesta del militar obviamente fue negar su verdadera identidad, y trató de anularle sus dudas a cambio de beneficios materiales. Hasta llegó a decirle que había sido abandonada en el Hospital Militar, tratando de reforzar la idea de que los detenidos "abandonaban a sus hijos e hijas". Pero nada de esto pudo con sus dudas acerca de su identidad, hasta que producto de una sagacidad realmente valorable logró saber quién era.
El matrimonio Gómez- Rivas, luego de las incansables preguntas de María Eugenia, decidió decirle, cuando la niña tenia siete años, que no era su hija biológica. Sin embargo, nunca le contaron la historia verídica, las versiones fueron cambiando con el correr del tiempo: primero, que sus padres habían muerto en un accidente automovilístico, luego que su madre, una supuesta empleada doméstica, la había regalado, y finalmente que su nacimiento había sido el resultado de una relación extramatrimonial de una azafata que vivía en Europa . Todas estas historias no sirvieron para nada más que incrementar las dudas de María Eugenia, quien continuó su incansable búsqueda hasta llegar a la verdad.
En el año 2001, luego de algunos intentos fallidos, comprobó mediante una prueba de ADN, que sus padres eran Mirta y Leonardo, y que sus apropiadores eran aquellos a los que ella había considerado como "padres adoptivos" por veintitrés años.
En estos días está por finalizar el juicio donde denuncia a sus apropiadores y pide 25 años de prisión para el matrimonio Rivas-Gomez Pinto y para el militar Berthier. La fiscalía ha pedido la misma condena y espera que, el próximo 4 de abril, la sentencia se encuentre a la altura de las circunstancias, reconociendo que el delito de apropiación se dio en el marco del Terrorismo de Estado y que debe ser considerado un delito de lesa humanidad.
El Dr. Tomás Ojea Quintana, abogado de María Eugenia, declaró: "No tenemos duda de que los tres acusados van a salir condenados, porque las pruebas son irrefutables. La duda es si el tribunal toma dimensión de la gravedad de los crímenes, porque los antecedentes judiciales indican lo contrario. Estos delitos son los de retención y ocultación de un menor, alteración de la identidad y falsificación de tres documentos de identidad, delitos contemplados en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, y por lo tanto son crímenes de lesa humanidad". Y agregó: "Este caso está definiendo varias cuestiones, entre otras, que las personas que se apropian de hijos de desaparecidos sean llamados apropiadores, y no adoptantes ni padres, o que los nietos nunca fueron abandonados, que es la versión de los apropiadores. Es un mensaje a los 400 nietos que no saben su identidad y hoy son adultos".
Hay otros hijos e hijas que aún viven bajo una falsa identidad
Cada aniversario del golpe hacemos un recuento de las tareas pendientes que nos quedan contra la impunidad. Y cada año las exigencias de justicia pesan más.
Hay al menos 400 hijos e hijas apropiados que aún no saben su historia, y sólo unos 90 han recobrado su identidad. Se vuelve imprescindible que el gobierno ordene de una vez por todas abrir los archivos secretos del período 1976-83, para avanzar en las investigaciones sobre el destino de los desaparecidos y el de sus hijos e hijas. La apertura de los mismos también serviría para enjuiciar a todos los partícipes de aquel genocidio. Debemos seguir exigiendo que se llame a indagatoria a todos los militares que tengan hijos de alrededor de treinta años de edad, y a todos aquellos que cumplieron funciones en las fuerzas durante esos años.
Pero como esto no alcanza, debemos exigir la indagatoria a todos militares y civiles que pasaron por las maternidades clandestinas. El escandaloso caso Febres, y ahora el de Navone, nos demuestran de qué lado está la justicia: del lado de la impunidad. Sigamos exigiendo la cárcel común y efectiva para todos los genocidas, para que no muera impune ninguno de los represores sin antes declarar todo lo que saben.
Aunque las palabras de la presidenta Cristina Fernández en el inicio de las sesiones legislativas "cuando dijo que había solamente a 992 milicos por enjuiciar- son desalentadoras, debemos redoblar nuestros esfuerzos y seguir denunciando que el gobierno ya reconoce abiertamente que no quiere llegar hasta el final. -¿Acaso han sido sólo mil milicos los que hicieron desaparecer a 30 mil compañeros y compañeras? -¿Acaso fueron sólo esos pocos militares quienes tuvieron en cautiverio a otros miles y miles que han sobrevivido? -¿Sólo ellos para apropiarse de 400 bebes y sustraerles su verdadera identidad? -¿Sólo ellos lograron mantener más de 600 centros clandestinos de detención? Repetimos: -¿Sólo tan pocos? -¿Y los empresarios que abrieron sus fábricas y las convirtieron en centros clandestinos donde se torturaba y se mantenía en cautiverio a delegados, trabajadoras y obreros combativos? -¿Y la Iglesia que no dudó en matar hasta sus propios sacerdotes cuando alguno no quiso participar de la complicidad de la jerarquía eclesiástica con este plan de exterminio? -¿Y todos aquellos que se beneficiaron con el plan económico que se implementó a costa del genocidio? -¿Y los agentes del imperialismo que fueron los autores intelectuales del plan?
Ante la apropiación que el gobierno intenta hacer de una historia que nos pertenece, salgamos a las calles este 24 de marzo, a redoblar nuestras fuerzas y gritar más fuerte: -¡30 mil compañeros y compañeras detenidos desaparecidos presentes! HOY Y SIEMPRE.
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