8 DE MARZO
Desenredando un viejo entuerto
Como cada año, empiezan las discusiones sobre qué se conmemora el 8 de marzo. No falta el comentario interesado de algún periodista que se burla y pregunta cuándo es el día de los hombres; ni el de alguna mujer que dice que no quiere tener un día donde se la festeje. Cada año, repetimos que es un día de lucha y que, si es necesario destacarlo, es porque aún siendo la mitad de la humanidad, las mujeres no vivimos en igualdad de condiciones con la otra mitad. Pero también en el movimiento de mujeres surgen otras discusiones: ¿es el día de la mujer o de la mujer trabajadora?, ¿se conmemora a las obreras neoyorquinas muertas en el incendio de una fábrica textil de 1908 o ese incendio es una leyenda?, ¿lo propuso la socialista alemana Clara Zetkin en 1910 o la ONU en 1977? Resolver estos interrogantes no tiene un objetivo meramente erudito. Detrás de estas preguntas, se cuelan distintas formas de pensar la lucha por la emancipación de las mujeres.
Andrea D'Atri@andreadatri
Como cada año, empiezan las discusiones sobre qué se conmemora el 8 de marzo. No falta el comentario interesado de algún periodista que se burla y pregunta cuándo es el día de los hombres; ni el de alguna mujer que dice que no quiere tener un día donde se la festeje. Cada año, repetimos que es un día de lucha y que, si es necesario destacarlo, es porque aún siendo la mitad de la humanidad, las mujeres no vivimos en igualdad de condiciones con la otra mitad. Pero también en el movimiento de mujeres surgen otras discusiones: ¿es el día de la mujer o de la mujer trabajadora?, ¿se conmemora a las obreras neoyorquinas muertas en el incendio de una fábrica textil de 1908 o ese incendio es una leyenda?, ¿lo propuso la socialista alemana Clara Zetkin en 1910 o la ONU en 1977? Resolver estos interrogantes no tiene un objetivo meramente erudito. Detrás de estas preguntas, se cuelan distintas formas de pensar la lucha por la emancipación de las mujeres.
El incendio de la fábrica textil y el Woman’s Day de las norteamericanas
La historia más divulgada sostiene que el 8 de marzo de 1908, en una fábrica textil de Nueva York, hubo un incendio intencional –en el que perecieron 129 obreras-, provocado por el dueño que, de esa manera brutal, decidió acabar con una protesta de las trabajadoras. Pero ese hecho no fue noticia de los diarios, donde era habitual leer sobre incendios accidentales, algo frecuente en las fábricas textiles de la época. Y además, el 8 de marzo de 1908 era domingo. Sin embargo, hubo un incendio que tuvo gran repercusión por la cantidad de muertos; pero fue el 25 de marzo de 1911, en la Triangle Shirtwaist Company.
En 1908, las norteamericanas definieron, en el Congreso Nacional del Partido Socialista de EE.UU., lanzar una campaña activa por el voto femenino. Para ello, designaron el último domingo de febrero de 1909 como el Día de la Mujer (Woman’s Day), aunque en Chicago se tuvo que conmemorar el 31 de enero porque el teatro que pretendían alquilar para el mitín, no estaba disponible para esa fecha.
La propuesta de las socialistas alemanas y las mujeres en la Revolución Rusa
El 26 y 27 de agosto de 1910, se realizó en Copenhague la IIº Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, donde los principales debates fueron sobre el voto femenino, la protección social de las madres y la necesidad de establecer una relación más regular entre las socialistas de distintos países. Allí, las delegadas alemanas Clara Zetkin y Kate Duncker proponen la siguiente moción: “De acuerdo con las organizaciones políticas y sindicales del proletariado, las mujeres socialistas de todas las nacionalidades organizarán en sus respectivos países un día especial de las mujeres, cuyo principal objetivo será promover el derecho al voto de las mujeres. Será necesario debatir esta proposición en relación a la cuestión de la mujer desde la perspectiva socialista. Esta conmemoración deberá tener un carácter internacional y será necesario prepararla con mucho esmero.” La propuesta no incluía la conmemoración de ningún hecho histórico, por eso no señalaba una fecha precisa. A diferencia de las norteamericanas, en esta ocasión se eligió el plural: “día de las mujeres” y no “de la mujer”, enfatizando el carácter internacional de la convocatoria. El 19 de marzo del año siguiente, las socialistas alemanas celebraron el Día Internacional de las Mujeres. Las suecas lo hicieron coincidir con el 1º de mayo y, los años siguientes, lo festejaron el 12 del mismo mes. Recién en 1914, las socialistas de Alemania, Suecia y Rusia se pusieron de acuerdo en conmemorarlo el 8 de marzo. Y así lo hicieron también en los años siguientes.
El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero, según el antiguo calendario ortodoxo), las trabajadoras rusas lo conmemoraron con manifestaciones, huelgas y motines por el pan, por la paz y contra el régimen zarista: una chispa que, en medio de las penurias de la Iº Guerra Mundial, dio inicio a la revolución con la que la clase obrera conquistó el poder ocho meses más tarde, bajo la dirección del Partido Bolchevique. “El 23 de febrero era el Día Internacional de la Mujer. Los socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución.” Así empieza uno de los capítulos de la Historia de la Revolución Rusa, escrita por León Trotsky.
El Día de la Madre creado por Stalin y el Día de por los Derechos de la Mujer de la ONU
Pero más tarde, con el stalinismo en el poder, retrocedieron los derechos conquistados por las mujeres durante la Revolución Rusa: se prohibió el aborto y se destacó la contribución de las mujeres, como madres y amas de casa, al engrandecimiento nacional. Se disolvió el Secretariado Internacional de Mujeres y todos los organismos partidarios encargados del área. A mediados de los ’30, el Día Internacional de las Mujeres se convirtió, en la Unión Soviética, en el equivalente al Día de la Madre de los países capitalistas: se entregaban regalos y ramos de flores a las madres. Fue en 1965 que, por un decreto de la burocracia estalinista, se declaró el 8 de marzo como un día no laborable: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Antes que eso, el 8 de marzo de 1945 –finalizando la IIº Guerra Mundial-, la esposa del entonces presidente norteamericano Franklin Roosevelt había propuesto elaborar una carta de derechos de las mujeres, para que sean tenidas en cuenta como artífices de la paz ante la naciente Organización de las Naciones Unidas. Allí reclamaba derechos para las madres, trabajadoras y ciudadanas que se integraban a la construcción de un nuevo orden mundial. Recién en 1975, las Naciones Unidas declaran el Año Internacional de la Mujer y en diciembre de 1977 proclaman el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, recordando a Clara Zetkin, pero sin mencionar los acontecimientos de la Rusia revolucionaria.
Lo que se oculta detrás de un nombre
Para muchos grupos feministas, el 8 de marzo es un día para luchar sólo por algunos derechos para las mujeres. Abandonando el cuestionamiento radical al sistema capitalista que legitima, reproduce y garantiza la subordinación de las mujeres, se limitan a exigir mayor equidad en una sociedad que funciona en base a la más profunda de las inequidades, como es la concentración de las propiedades y las grandes riquezas en un puñado de familias que amasan su fortuna a expensas de la explotación de millones de asalariados y asalariadas, que lo único que poseen es su fuerza de trabajo y su prole. Otros grupos, aún reivindicándose anticapitalistas, consideran que la lucha contra la opresión patriarcal es tarea exclusiva de todas las mujeres unidas tras este propósito común.
Las corrientes stalinistas, por su lado, impusieron la idea de que la emancipación de las mujeres es algo de poca importancia en la lucha por la revolución social y que, combatir el veneno del machismo con el que la burguesía inficiona al movimiento obrero desvía la atención de la batalla central del proletariado, que es contra la burguesía, dividiendo las filas de los explotados. Lamentablemente, a su misógina ceguera pequeñoburguesa, pretendieron disimularla con la imposición, por decreto, del Día de la Mujer Trabajadora.
Por el contrario, el marxismo revolucionario reconoce que no sólo las obreras, sino las más amplias masas femeninas son víctimas de la desigualdad, la falta de derechos, la violencia y la subordinación que impone la opresión patriarcal. Que ser el 80% de las víctimas de las redes de trata, no tener derecho a decidir sobre el propio cuerpo, ganar un 30% menos que los varones o ser el 75% de los analfabetos del mundo son algunas muestras patentes de esta inequidad. Y señalamos, sin tapujos, que el capitalismo instila, también y principalmente entre los trabajadores, la misoginia y la violencia machista para mantener divididas las filas de los explotados.[1]
Pero si el capitalismo reproduce la milenaria opresión de las mujeres, descargando más brutalmente estos agravios contra las mujeres trabajadoras ¿cómo y con quiénes luchamos por la emancipación femenina? Ésta es una de las controversias más importantes en el movimiento de mujeres.
El 8 de marzo, consideramos nuestro deber irrenunciable impulsar, en la más amplia unidad, las luchas de las mujeres por las mejores condiciones de vida posibles, por los derechos democráticos más elementales, incluso en alianza con aquellas mujeres y organizaciones que no consideren aún, como nosotras, que es necesario acabar con el capitalismo para que esos derechos sean verdaderamente efectivos y universales. También peleamos por los derechos sindicales de las mujeres trabajadoras. Pero nuestra lucha no se limita a la ampliación de los derechos formales en el estrecho marco de las democracias capitalistas; ni tampoco a reivindicaciones corporativas o económicas de la clase obrera.
Impulsamos la organización, la movilización y la lucha de las mujeres con la perspectiva de la revolución socialista, para acabar con este sistema de explotación y sentar las bases para la completa emancipación de las mujeres. En ese camino, apostamos a que las mujeres trabajadoras –las más oprimidas entre las oprimidas, las más explotadas entre los explotados- encabecen la lucha por su propia emancipación, convenciendo a sus hermanos de clase de la importancia que tiene incorporar la lucha contra el machismo en el programa revolucionario del proletariado y, a las más amplias masas femeninas, de unirse a las filas proletarias para derrocar el capitalismo patriarcal que hoy nos oprime.
[1] Por eso siempre repetimos que, “cada vez que una mujer es abusada, golpeada, humillada, considerada un objeto, discriminada, sometida por su compañero... ¡la clase dominante se ha perpetuado un poco más en el poder! Y la clase obrera, en cambio, se ha debilitado. Porque esa mujer perderá la confianza en sí misma y por lo tanto en sus propias fuerzas. Pero la clase obrera también se debilita porque ese hombre que golpeó a su compañera, que la humilló, que la consideró su propiedad, está más lejos que antes de transformarse en un obrero conciente de sus cadenas, está un poco más lejos de reconocer que en la lucha por romper sus cadenas debe proponerse liberar a toda la humanidad de las cadenas y contar a todos los oprimidos como sus aliados.” Discurso en el Acto del PTS en la Federación de Box, 9 de julio de 2004.
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