Con el tratamiento en la legislatura porteña del proyecto de reglamentación del aborto no punible1 y la llegada de Rebecca Gomperts, la directora del barco holandés que realiza abortos en aguas internacionales, se reabrió el debate nuevamente.
El Ministro de Salud de la Nación se pronunció a favor de la despenalización y motivó la furia de la Iglesia que, rápidamente, le exigió un pronunciamiento al gobierno. Kirchner, solícito, corrió a aclarar que estaba en contra del derecho al aborto y que, durante su gestión, no iba a favorecer ninguna legislación al respecto.
Por más pronunciamientos que haya a favor o en contra, lo cierto es que en Argentina se realiza un aborto por cada dos nacimientos. Y esos miles de abortos clandestinos son la causa de que haya 15.000 mujeres por año que sufran graves secuelas de salud y que mueran más de 400. Las hemorragias, las perforaciones uterinas y las infecciones generalizadas son "exclusividad" de las mujeres trabajadoras y de los sectores populares que no pueden pagar lo que cuesta un aborto, igual de clandestino, pero realizado por profesionales en clínicas de primera para las que tienen 2000 pesos.
– ¡Que la Iglesia y el Estado cierren los ojos frente a esta realidad es el más pérfido cinismo!
Ni la "Santa Madre" de la hipocresía...
La Iglesia se opone al aborto, incluso cuando la mujer es violada, pero también se opone al uso de preservativos y anticonceptivos y echan a las alumnas de los colegios católicos que quedan embarazadas.
Los curas hablan de defender la vida desde la concepción, pero no escatimaron en bendecir a los torturadores de mujeres embarazadas de la dictadura militar, ni en aliarse con los milicos asesinos y defender a sus "colegas" abusadores de menores.
– ¡Cuánta hipocresía de esta manga de parásitos que viven a expensas del pueblo y de los subsidios y prebendas del Estado que le banca los edificios, las casas quintas, los sueldos de los obispos y los colegios privados donde, encima, curran con las cuotas exhorbitantes!
La clase dominante necesita a la Iglesia para mantener al pueblo sumido en la ignorancia. Su prédica constante por la esperanza en "el más allá" y la sumisión y resignación en el "más acá" tienen el objetivo de mantener a los explotados como un "rebaño de mansos corderos" que, en vez de rebelarse contra los explotadores, espere pacientemente su entrada en el "reino de los cielos".
... ni el "paternalismo" de las instituciones del Estado burgués
Pero la solución a nuestros verdaderos problemas no vienen "de arriba": ni de la bóveda celestial, ni tampoco del más cercano cielorraso de la Rosada.
La publicidad que las grandes empresas de comunicación están haciendo del tratamiento de estos proyectos de ley y las declaraciones de algunos funcionarios constituyen nuevos gestos políticos destinados a fomentar la confianza en las instituciones del régimen de esta democracia para ricos.
Porque, en cuanto a nuestro derecho a decidir sobre nuestros embarazos, nuestra sexualidad y nuestras vidas... -¡no se avanza ni un solo paso! Las mujeres seguimos siendo rehenes del Estado burgués y de la Iglesia oscurantista.
Por el derecho al aborto libre y gratuito
No alcanza con despenalizar el aborto y menos aún con reglamentar únicamente los casos de aborto no punibles. La despenalización elimina el carácter de "atentado contra la vida" que tiene el aborto en el Código Penal, pero no garantiza que se tengan políticas públicas destinadas tanto a la realización de abortos seguros como a su prevención.
Hay que luchar porque se legisle que el derecho al aborto sea libre y gratuito, es decir que sólo la mujer interesada pueda tomar la decisión sin la tutela de otros y que se realice de manera gratuita en los hospitales públicos y preservando la salud psicofísica y la dignidad de la mujer.
Por supuesto, consideramos que el derecho al aborto debe acompañarse de una real y efectiva aplicación de una ley de salud reproductiva que garantice información, educación sexual y acceso gratuito a los distintos métodos anticonceptivos a todas las mujeres sin distinciones, preservando su intimidad y sin necesidad de que un tercero tenga que involucrarse en esta decisión, ni los padres, ni los maridos, ni nadie más que la mujer misma.
Pero para arrancar estos derechos, las mujeres trabajadoras y de los sectores populares, debemos organizarnos en forma independiente del Estado, los partidos patronales y la Iglesia para exigir el derecho al aborto libre y gratuito y, en ese camino, luchar junto al resto de los trabajadores contra toda opresión y explotación. |