En Argentina, casi un millón de mujeres trabaja como empleada doméstica. El 90% no tiene obra social, ni vacaciones pagas ni aguinaldo, no le pagan los días si faltan por enfermedad, ni tienen descuentos jubilatorios, ni se les entrega ningún recibo por un salario que está muy por debajo del mínimo decretado por el gobierno. En las estadísticas nacionales, muchas veces se excluye el trabajo domestico porque baja el promedio salarial, aumenta los índices de precarización y desarticula las mentiras de las cifras ’truchas’. El convenio vigente es, más que nada, un ’pacto de lealtad al patrón’que obliga a las trabajadoras a mantener silencio sobre ’la moral de la casa’, mientras la mayoría son víctimas del acoso sexual entre las cuatro paredes de las casas ’decentes’… Casi el 70% de estas mujeres son migrantes de países limítrofes, como es el caso de Dora, una trabajadora paraguaya que hace muchos años que vive en Argentina, donde tuvo que migrar siendo muy joven. |
"Me vine del Paraguay muy joven, cuando terminé la escuela y las necesidades familiares, la pobreza en mi país y la falta de trabajo para mis padres, me trajeron para acá. Mi papá no conseguía trabajo porque fue perseguido por la dictadura de Stroessner, por ser un dirigente campesino." Así nos introduce en su historia, para luego contarnos las dificultades que atraviesa una mujer trabajadora inmigrante en tierras desconocidas: "La recién llegada no tiene conciencia de todo lo que puede ocurrir en una gran ciudad y siempre estás con miedo de ser agarrada por la policía, por indocumentada y por trabajar siendo menor. Empecé a trabajar en grandes quintas en San Isidro, haciendo de todo, hasta cortando el pasto de las canchas de tenis?" Dice que el convenio es puro palabrerío que nunca se cumple. Y denuncia que ahora, la inscripción legal de las trabajadoras domésticas se hace para beneficio de los patrones: "el gobierno favorece más a las patronas grandes, porque si nos blanquean, le dan un beneficio en sus declaraciones juradas."
Dice que, cuando era joven, "no pensaba en eso de que era explotada por el patrón. Al contrario, era una de las que decía ay, si encuentro un buen patrón, qué bien que la vamos a pasar. Ahora me doy cuenta y quiero decirle a las demás... pero sigue lo mismo." Su primer trabajo fue, también, una forma de independizarse de la tutela de sus padres. "En ese momento, no me parecía ningún trabajo. Era salirse de la casa, estar ahí parece un paraíso... pero ajeno." Y esa es quizás la mejor definición que puede hacerse de una vida que transcurrió en mansiones de millonarios empresarios argentinos a las que hacía brillar para el disfrute de los demás. "Le llamaban criada. Pero yo creo que debe ser como esclava?" |