En marzo pasado, invitadas a un panel internacional sobre Patriarcado y Capitalismo realizado en Caracas, conocimos a Selma James, coordinadora de la Huelga Mundial de Mujeres. En su juventud, Selma militó junto a su compañero, el historiador trotskista C.R.L. James, reconocido dirigente negro caribeño. Luego abandonó la militancia partidaria de izquierda y, en 1965, organizó la Campaña Contra la Discriminación Racial. En 1972, con Maria Dalla Costa, publicó El poder de las mujeres y la subversión de la comunidad donde explican de qué manera el trabajo doméstico no remunerado es fundamental en la reproducción de la clase obrera. También fundó la Campaña Internacional del Salario para el Trabajo Doméstico, que exige dinero a los Estados para la remuneración de este trabajo y desde 1985, coordina la Red Internacional ’Las mujeres cuentan’, que exigió a la ONU que los países contabilizaran el trabajo no remunerado en las estadísticas nacionales. Es autora, además, de Sexo, raza y clase; Las mujeres, los sindicatos y el trabajo; Marx y el feminismo; Extranjeras y hermanas: mujeres, raza e inmigración y La cocina global, entre otros. Como podrá verse, su planteo difiere del que hacemos desde Pan y Rosas, pero consideramos que, con sus 78 años, Selma sigue siendo una de las más reconocidas y vitales activistas, a nivel internacional, por el salario para el trabajo doméstico, con una vasta experiencia en esta lucha. Presentamos en esta tribuna abierta, algunos pasajes de la conversación que mantuvimos con ella en Caracas. |
La campaña plantea salario para el trabajo doméstico y no para el ama de casa, -¿por qué razón?
Al principio no sabíamos que había diferencia entre uno y otro. Primero dijimos "ama de casa", pero otras compañeras decían que era mejor hablar de "trabajo del hogar", porque podía haber hombres que realizaran ese trabajo. Y ahí se aclaró que tenia que ser "salario para el trabajo del hogar", no sólo para contemplar esta cuestión, sino también para que, en la definición misma, quedara claro que "eso" era trabajo y que, por lo tanto, las mujeres tenían un derecho, como cualquier otro trabajador que hace su trabajo. Y también que no era un servicio personal, sino un trabajo que se realizaba para el funcionamiento del sistema capitalista? por eso exigimos que lo pague el Estado, que el dinero salga de los presupuestos militares, por ejemplo.
En Sexo, raza y clase, planteás que el trabajo doméstico conlleva dos problemas: para las mujeres que también trabajan fuera del hogar, por la cuestión de la doble jornada y, para las que sólo trabajan en su hogar, el aislamiento. -¿En qué medida la campaña enfrenta esas cuestiones?
Nosotras no esperamos que se resuelva ningún problema con el salario. La única manera de solucionar los problemas es construyendo un movimiento por estas reivindicaciones y, en ese proceso, socavar, debilitar estas cuestiones. Esto no quiere decir que no es importante obtenerlo. Pero se obtenga o no, la lucha por ese derecho es en sí misma una experiencia importante para las mujeres. Cuando se habla de "salario para el trabajo doméstico", las mujeres entienden perfectamente y enseguida lo relacionan con algo de lo que ellas están pidiendo: ya sea para el cuidado de los niños, para la salud, subsidios para la vivienda. Cuando exigimos en la ONU que se reconozca el trabajo doméstico en el PBI de los países, como una estrategia para que se visibilice que hay un trabajo no remunerado, muchos se opusieron diciendo "si las mujeres saben cuánto trabajo están haciendo van querer que se pague." -¡Es cierto! -¿Por qué van a decir que es lindo trabajar gratis? Van a decir? "si yo produzco la mitad del producto nacional -¿por qué no me están pagando?"
Vos decís que el salario permite, entre otras cosas, la autonomía de las mujeres con respecto al marido, a los hombres en general, -¿de qué manera se vincula esta autonomía económica con otras esferas no económicas "como el cuerpo, la sexualidad-, donde las mujeres tampoco tienen autonomía?
– ¡Es que en una sociedad dominada por el dinero, todo depende del dinero, no hay ningún área de tu vida que esté por fuera de ese problema! Quienes dijeron que el salario para el trabajo doméstico relegitima el encierro de la mujer en el hogar, no dicen que muchas mujeres no pueden abandonar su casa, por ejemplo, si tienen un marido golpeador o que abusa de ellas, por su dependencia económica.
En distintos artículos, planteás que la fuerza del capitalismo radica en las divisiones que hay al interior de la misma clase trabajadora. En las últimas décadas se profundizó más aún esta división -¿Qué opinás que debería plantearse frente a esto?
El capitalismo es, esencialmente, esa división. La división del trabajo es la división de los trabajadores. Por ejemplo, nosotras con un grupo de lesbianas impulsamos un gran apoyo a la huelga de mineros, en Inglaterra [durante el gobierno de Margareth Thatcher, NT]. Estábamos por fuera del sindicato -¿cómo nos acercamos? Dijimos "las lesbianas de este grupo estamos enamoradas del líder de los mineros." Y a los mineros y a sus esposas les cayó muy bien y, de alguna manera, socavamos las divisiones que había entre ellos y nosotras. Siempre hay alguna manera de socavar esas divisiones que existen al interior de nuestra clase, hay que buscar cómo? |