-¿Cómo empezaste a participar?
Marcos, mi marido, me contaba muy por arriba el tema del conflicto en la fábrica, y yo le decía: "mirá que levanto el teléfono, llamo a uno de los delegados y le digo que me cuente." Un día decidí instalarme en la fábrica, él no estaba de acuerdo, pero decidí pilotearla al lado de él y darle para adelante. En todo lo que fue ese momento, cuando estaban presos, no me deprimí en ningún momento, tenía bronca, impotencia, tenía pilas para llevarme el mundo por delante. Mi esposo me decía que no me exponga tanto y que me cuidara. Para mí exponerse es levantar la voz y decir: "yo quiero que mi marido vuelva a laburar". Si tengo que dejar de exponerme es decir: "chicas, hasta acá las acompañé", me voy a mi casa y me cruzo de brazos. Creo que es la única manera que yo no siga. Pedirme eso es llevarme a volver a mi casa.
-¿En qué cambiaste a partir de que empezaste a participar de la Comisión de Mujeres?
Ya no soy la misma, pero ahora me di cuenta que puedo hacer un montón de cosas que antes no sabía que las podía hacer: salir a luchar a la calle, por el laburo de mi marido, organizarme con los chicos. No soy la misma, los chicos me lo dicen, creo que tengo más fuerza todavía, esto me endureció más. Fuimos un grupo de mujeres, que dijo: "la peleamos". Si uno lo medita, creo que es importante lo que hicimos. Yo veía en algún noticiero, las mujeres acá, las mujeres allá, nunca le di mayor importancia a lo que hacían, es más, decía "-¿cómo puede ser que estas minas salgan a hacer esto, no tienen casa, no tienen hijos?." Y cuando lo viví dije: "se podía hacer todo". Yo acepto la lucha de Marcos, incluso lo convencí de muchas cosas que tenía que hacer, que tenía que darle para delante.
-¿Y tus hijos?
El día del desalojo, cuando estaban en el piso más alto de la fábrica, yo les decía por el megáfono que se quedaran tranquilos, que cuando salieran iban a poder mirar a sus hijos a la cara, con la frente en alto. Los chicos decían que les había gustado mucho lo que había hecho su papá. Que si tuvieran un papá carnero, ellos mismos le dirían: "-¿qué me decís a mí, si vos sos un cagón? Que vos no luchaste por tu trabajo, si vos dejaste a tus compañeros tirados", no tendría autoridad para decir que se saquen buenas notas, que pasen de grado ellos prefieren el papá que tienen.
Esta lucha deja enseñanzas, y yo lo pude comprobar con mi hija que va a noveno grado, empiezan ellos a darse cuenta y a levantar su voz. En la escuela tienen una delegada que nadie la votó y que además no pelea, y mi hija se lo dijo. Con 14 años empiezan a levantar su voz. |