La huelga de hambre de la legendaria Domitila Barrios, en Bolivia, acompañando a los mineros con el Comité de Amas de Casa, es uno de los ejemplos más conocidos. También existe una profusa tradición de comités de apoyo de mujeres en Estados Unidos, desde la mítica huelga de Pan y Rosas de 1912, donde se organizaron reuniones de niñas y niños en el sindicato, para explicarles por qué sus madres y sus padres estaban luchando, contrarrestando la propaganda antiobrera de la escuela y la prensa. Allí se destacó, también, una gran organización de familias solidarias que permitió enviar a estos chicos a distintas ciudades, mientras se desarrollaba el conflicto laboral, para ser cuidados por otras personas y darle la tranquilidad necesaria a las huelguistas para proseguir su lucha.
Para los años ’30, el Comité Auxiliar de las esposas de los camioneros norteamericanos cobró una importancia relevante: no sólo organizaron la atención de teléfonos en el local del sindicato, un comedor para centenares de huelguistas y un hospital de campaña para los heridos por la represión policial, sino que además consiguieron información de las maniobras que preparaban los patrones y los políticos contra los trabajadores, a través de una red de secretarias que colaboraban anónimamente con la causa obrera.
Para los mismos años, la Brigada Auxiliar de Mujeres -conformada por las familiares de los obreros automotrices- logró torcerle el brazo nada menos que a la General Motors.
Los ejemplos son muchísimos. Y se prolongan hasta nuestros días. Hemos visto en los últimos meses, en la Panamericana, a las mujeres trabajadoras y esposas de obreros despedidos de LEAR, enfrentar la represión comandada por Sergio Berni.
Las vimos confraternizar con las mujeres de Kraft-Mondelez, con trabajadoras telefónicas y estatales, con las maestras de sus hijas e hijos que acercan su solidaridad a la carpa que montaron frente a la multinacional autopartista.
Y ahora los medios descubren la existencia de la Comisión de Mujeres de Donnelley, ¡una fábrica donde casi no trabajan mujeres! Pero donde las compañeras, hermanas y novias de los obreros gráficos, con el apoyo de la comisión interna de la fábrica, se organizan desde hace bastante tiempo.
El nuevo sindicalismo combativo y clasista que enfrenta a las direcciones tradicionales burocratizadas del movimiento obrero, también se distingue de las viejas conducciones por la importancia trascendental que le dan a la organización de las mujeres.
La Comisión de Mujeres de Donnelley se distingue de otras porque, aunque hoy las une la pelea por conseguir la estatización de la fábrica que ya funciona bajo control de sus trabajadores, no se organizaron por este motivo. Su unidad es el resultado de un largo camino de confraternización entre las familias obreras forjado con asados, partidos de fútbol, juegos y campeonatos, festivales para el Día de la Infancia y cumpleaños. Pero esas celebraciones compartidas también se convirtieron en cadenas de solidaridad cada vez que alguna familia la necesitó, afrontando mancomunadamente inundaciones, incendios, accidentes, problemas de salud y otras vicisitudes de la vida obrera.
Sin embargo, lo que anuncia la llegada de algo nuevo es que esta Comisión de Mujeres también debate y se organiza para denunciar las redes de trata, exigir la legalización del aborto que impediría la muerte de centenares de mujeres jóvenes y para enfrentar la violencia machista.
Apenas un ejemplo es lo que hicieron en agosto de 2012. Cuando los medios anunciaron un triple femicidio ocurrido en la localidad de Benavídez, los obreros de Donnelley advirtieron que el criminal había sido, tiempo atrás, empleado de la fábrica. Entonces, la Comisión Interna y la Comisión de Mujeres aprovecharon el clima generado por la noticia y publicaron una declaración contra la violencia machista. Ese panfleto, repartido en toda la planta por los delegados, decía: “queremos aportar a la organización de las mujeres, de nuestras esposas, de las trabajadoras gráficas y de toda la clase trabajadora para pelear contra la violencia hacia las mujeres”.
Hoy esas mujeres se dirigen a las otras empresas gráficas, buscando la solidaridad de las trabajadoras y trabajadores del gremio. Impulsan un fondo de lucha para que sus familias puedan sobrevivir a la quiebra fraudulenta declarada por Donnelley. Pero también se organizan para asistir a conferencias de feministas y los Encuentros Nacionales de Mujeres.
Después de largas décadas de individualismo y “tolerancia” liberal que abonaron el camino de los movimientos sociales con algunos recortados derechos y mucho más de fragmentación, despolitización y asimilación, transformando al feminismo en un objeto de consumo cultural para unas pocas, la Comisión de Mujeres de Donnelley, ¿será el germen de un nuevo feminismo obrero que aún espera ver la luz? |