Hacia fines de agosto tendremos elecciones de comisión interna en el laboratorio donde trabajo. Es importante porque será la segunda vez, en la historia de la fábrica, que se elegirán representantes de las trabajadoras y trabajadores. Hoy, soy delegada junto a otro compañero. Pero tenemos que elegir a tres y ya muchas trabajadoras opinan que tiene que haber otra mujer delegada, aduciendo centralmente que somos la mayoría de la fábrica: casi el 70% somos mujeres.
En nuestro gremio de Sanidad, la gran mayoría somos mujeres: enfermeras, mucamas, obreras y empleadas administrativas. Sin embargo, el secretario general anquilosado en el sillón del sindicato es Carlos West Ocampo. No es el único caso, en el gremio docente de la CTERA, donde la inmensa mayoría de sus afiliadas son maestras, el dirigente es Hugo Yasky.
Que tengamos representación proporcional es un derecho democrático tan fácil de entender que hasta estos mismos burócratas apoyaron las leyes que obligan que, al menos un 30% de los cargos sindicales sean ocupados por mujeres. Pero evidentemente, con eso no resolvemos nada. Porque el problema de fondo es que las mujeres no participamos en la vida sindical y política igual que los hombres, ya que después de la jornada de trabajo seguimos trabajando en nuestros hogares: lavamos, planchamos, cocinamos, cuidamos a nuestros hijos... -¡Un enorme y arduo trabajo que nadie reconoce como tal! Yo veo que se hace muy difícil organizar reuniones sindicales en las que puedan participar las compañeras, porque no tienen con quién dejar a sus hijos o porque plantean que deben terminar las tareas domésticas del día, ya que nadie las hace por ellas.
Tenemos que explicarles a nuestras familias que no es "natural" ni "obligatorio" que seamos sólo nosotras las que cargamos con este trabajo no remunerado en el hogar, para pelear juntos porque haya guarderías gratuitas en los lugares de trabajo, comedores y lavaderos comunitarios o que todas las familias obreras reciban un salario adicional para cubrir los gastos que implica ir a un lavadero, una tintorería, comprar la comida hecha...
Si de parte de la burocracia no hay un verdadero interés de que las mujeres trabajadoras podamos resolver esa carga de nuestra "doble jornada" para dedicarnos a la actividad sindical y política, es porque somos uno de los sectores más oprimidos de la clase trabajadora y no quieren que se escuchen nuestras voces, como tampoco las de la juventud, de los obreros inmigrantes y todos los que están precarizados. Las mujeres trabajadoras debemos organizarnos para dar esta pelea por nuestros derechos, empezando por exigir todas las condiciones que garanticen una verdadera igualdad de oportunidades para nuestra participación en las luchas y en la vida sindical.
Claro que no será sólo una cuestión de "sexo": en manos de la burocracia, ya se trate de mujeres o varones, los sindicatos no son actualmente organizaciones de lucha que representen nuestros intereses. Comprados por las patronales o permitiendo la injerencia del gobierno y el Estado, dividiendo a los trabajadores permanentes de los contratados, los burócratas sindicales impiden la democracia, las asambleas de base y la unidad de todos los explotados. -¡Tenemos que barrer a la burocracia sindical para que los sindicatos sean verdaderamente nuestras organizaciones para la lucha por el salario, por las condiciones de trabajo y por todos nuestros reclamos contra la patronal y el gobierno! |