Juliana tiene 39 años. Se acaba de despertar en su casa del country Tortugas y tiene todo el día para pensar en su colección de ropa primavera-verano. Marina tiene 40 y aún no despierta del todo. Está internada de urgencia por haberse incendiado así misma luego de un ataque de odio e impotencia.
Juliana es empresaria y la esposa de Mauricio Macri.
Marina es trabajadora textil inmigrante y en su fábrica se hace la ropa de Juliana que se vende en los grandes shoppings.
Juliana es Awada y Cheeky, denunciadas por producir en talleres clandestinos. Marina es una trabajadora más que sufre la explotación de los talleristas, grandes empresarios y gobiernos. Trabaja en la textil Elemento, ubicada en pleno barrio de Pompeya y estaba organizando un paro para pelear por mínimos derechos.
“El lunes Marina subió, discutió con el gerente y bajó enojada, nerviosa, y fue al lugar donde tiene sus cosas, agarró alcohol, se echó y después se prendió fuego” cuenta Alejandra, jóven trabajadora de la textil.
Son alrededor de 180 trabajadores los que trabajan 10 y 12 horas diarias, incluyendo sábados. No cobran horas extras, los sueldos son bajos y hay un continuo maltrato por parte de esta empresa que produce para Cheeky, Wallmart, Carrefour, Portsaid, entre otras.
“Los trabajadores se asustaron, agarraron el matafuego y la apagaron. La jefa nos decía “Mejor vayan, tómense una aspirina o un té de tilo” sigue Alejandra. “Nosotros no nos movíamos”.
Marina tiene que entrar muchas veces al quirófano. Está en terapia intensiva. La empresa y los jefes declaran que tenía problemas mentales a la ART que no se hace cargo. Su familia y compañeros la acompañan en el hospital de Laferrere.
La bronca recorría los sectores ni bien se iban enterando. Se para por primera vez la producción para la ira de estos talleristas coreanos.
“Bueno ahora váyanse y mañana vuelven a trabajar. Mañana hablamos con todos, nos decían. Salimos todos afuera pero hicimos una asamblea frente a la fábrica” cuenta Eduardo, otro joven trabajador con orgullo, como quien logra desafiar los límites de la patronal.
Basta de atropellos
En la asamblea se decidió votar 9 delegados y un pliego de reclamos por los derechos por los que Marina luchaba dentro de la fábrica. Se rompió con el miedo, se pasó por encima de la dirección del sindicato (AOT -alineado con Cristina) que siempre les dio la espalda. Ahora aparece y dice que llamará a elecciones. De la experiencia se aprende: empresarios, burocracia y gobiernos juegan para el mismo lado.
Del estallido de bronca a la organización. Sin experiencia previa, en estos días que pasaron fueron asesorándose, escribieron comunicados y denunciaron los terribles maltratos que sufren estas trabajadoras, sobre todo bolivianas y paraguayas.
No confían en los sindicalistas millonarios. En Elemento ya votaron a sus delegados en la asamblea del lunes y ese es el mandato que respetan.
Avanzan, intercambian con los delegados de la comisión interna de Coca Cola, con los jóvenes textiles de Cosiendo Conciencia, con las mujeres inmigrantes de Pan y Rosas, y otros compañeros que se acercan.
Saben que dieron un paso y que ahora ya no están solas y van por más. |