En su XXI edición, el sábado 10 la Marcha del Orgullo LGTB recorrerá nuevamente las cuadras que separan la Plaza de Mayo del Congreso. Aunque realizadas en diferentes fechas, estas marchas internacionales se originan en la revuelta de Stonewall, de la madrugada del 28 de junio de 1969, cuando en un bar de Nueva York gays, lesbianas y travestis enfrentaron las razzias policiales combatiendo en las calles y levantando barricadas. La Juventud del PTS y la agrupación de mujeres Pan y Rosas participamos cada año proponiendo recuperar este espíritu combativo de la historia del movimiento. En Argentina, organizada por una entidad civil integrada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales (FALGTB), la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y otras ONG, además de sectores oficialistas (como Diversia de La Cámpora o el Frente Nacional por la Igualdad del Movimiento Evita) y opositores (como el PS y el MST), la marcha tiene como lema este año “Educación en la diversidad para crecer en la igualdad”. A diferencia de años recientes, cuando la marcha se proponía visibilizar la lucha por la ley de matrimonio igualitario o la ley de identidad de género, este año no se plantea manifiestamente una perspectiva por la cual pelear, salir a las calles y organizar un movimiento activo con un objetivo claro de lucha por nuestros derechos.
“La igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida”
Actualmente, tras años de lucha, conquistadas las leyes que permitieron a gran parte de la población LGTB igualarse en derechos elementales con la población heterosexual (como tener un documento que respete la identidad autopercibida) los agravios no acaban. El 95% de las mujeres trans está en situación de prostitución, aunque el 77% afirma que, si pudiera, dejaría de hacerlo. El 86% fue víctima de abusos policiales y la expectativa de vida no supera los 35 años. Los hombres trans sufren una brutal discriminación que los condena, mayoritariamente, a la desocupación. De las personas infectadas con HIV, casi el 45% trabaja de manera autónoma, un tercio está sin trabajo y algo más del 20% consiguió un trabajo en relación de dependencia. Las empresas siguen haciendo análisis de HIV a los postulantes, sin su consentimiento, desestimando a los infectados con excusas y sin informarles los resultados médicos. La violencia simbólica sigue hegemonizando las imágenes estereotipadas de gays, lesbianas y trans en los medios y construyen los prejuicios que las personas LGTB deben soportar en escuelas, hospitales y trabajos. Los contrastes son también brutalmente violentos: mientras algunos sectores acomodados de clase media alta disfrutan de hoteles, bares y discotecas gayfriendlies en Buenos Aires, los derechos adquiridos no impiden que en las provincias del noroeste, en el reaccionario y católico Cuyo o en el Conurbano dominado por La Bonaerense continúen el hostigamiento escolar y laboral a las personas LGTB, la persecución policial y la violencia, que incluso termina en suicidios inducidos o brutales asesinatos. La violencia homolesbotransfóbica y los crímenes de odio no cesan. Mientras tanto, la mayoría de las ONG y las personalidades más reconocidas de la comunidad LGTB que impulsaron la aprobación de las leyes mencionadas fueron cooptadas por el gobierno. Con puestos políticos y como funcionarios o financiándoles diversos proyectos, integrándolos a programas ministeriales y agencias gubernamentales, el kirchnerismo subsumió, casi por completo, al movimiento LGTB a las instituciones del régimen. Ante la cruda realidad, lejos de proponerse avanzar en la organización y movilización de cada vez más amplios sectores en una verdadera lucha por todos los derechos sociales y políticos, la dirigencia LGTB se reúne con el ministro Tomada (garante de la precarización laboral, incluso en el propio ministerio a su cargo, y amigo de Pedraza, procesado por el asesinato de Mariano Ferreyra) o con la Secretaría de Desarrollo Económico del gobierno de Macri, organiza “desayunos” con empresarios “comprometidos con la diversidad” y dicta talleres promovidos por el Ministerio de Defensa, para “sensibilizar” a prefectos, gendarmes, policías y milicos...
En el camino del orgullo...
Cuando la clase trabajadora tomó el cielo por asalto y protagonizó la primera revolución proletaria triunfante de la historia, en la Rusia de 1917, Lenin señalaba -refiriéndose a los derechos conquistados por las mujeres en la nueva legislación impulsada por los bolcheviques- que “la igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida”. Una verdad mucho más aguda hoy, en las sociedades capitalistas, donde ni siquiera los más amplios derechos democráticos pueden borrar la profunda división social creada por la explotación del trabajo asalariado. Mientras una minoría parasitaria se enriquece a costa del trabajo ajeno, millones de seres humanos están forzados a vender su fuerza de trabajo. Algo doblemente opresivo, además, si se suman las injurias, la marginación y discriminación contra aquellas y aquellos que no se “ajustan” a la heteronorma socialmente establecida. Contra las brutales formas de opresión, discriminación y marginación que dominan nuestras vidas, pero también contra la mercantilización de nuestra sexualidad y la integración al Estado de nuestras agrupaciones de lucha, la Juventud del PTS y Pan y Rosas proponemos recuperar el espíritu de Stonewall y construir un movimiento LGTB que luche en las calles por una perspectiva verdaderamente radical de la liberación sexual. En ese camino nos sumaremos planteando la necesidad de unir esta lucha a la de todas y todos los oprimidos y explotados por transformar de raíz esta sociedad capitalista.
Te invitamos a marchar con Pan y Rosas este sábado a las 17 horas en Plaza de Mayo. |