Viernes por la noche: ya estamos con las trabajadoras inmigrantes, con sus bolsos, esperando con ansias la llegada de más compañeras para subir al micro rumbo a Posadas. Viaje tranquilo, con cánticos y mates que van llenando de solidaridad y de debates políticos a la delegación.
Sábado por la mañana: Llegamos. Tierra roja, calor y banderas violetas.
Domingo por la tarde: La bandera que dice “Trabajadoras Inmigrantes en Pan y Rosas”, realizada semanas antes, se despliega con orgullo en la marcha.
Un rato después, con cansancio pero con alegría, las inmigrantes cuentan sus vivencias en el plenario de Pan y Rosas, ante más de mil compañeras.
“Mi nombre es Edith, soy de Bolivia. Vinimos a exponer sobre las largas jornadas de trabajo en el rubro textil, así como la lucha por nuestro derecho al aborto. Me voy contenta porque a veces por nuestro color somos muy discriminadas y veo que en este lugar no hay discriminación”. Nora, de Perú, agita a viva voz: “Las mujeres inmigrantes estamos explotadas en los talleres clandestinos. Y ahí se ve realmente que no es como nos dijeron las agrupaciones kirchneristas ‘que no tenemos documentos porque nos falta información’, sino porque a ellos les conviene. Vamos a seguir la lucha hasta el final porque la clase obrera es una y sin frontera ¿no?”
Dora, nuestra querida hermana paraguaya, cierra con su poético saludo: “Con las panroseras, una nueva era, ¡mujeres en acción por la revolución!” |