“Luego se me hizo un legrado, sin recibir anestesia, y se hizo ingresar nuevamente a mi pareja con el objeto de mostrarle el feto que se me acusaba de haber abortado. La madrugada fue para mí insoportable, no sólo por los dolores físicos sino por el maltrato psicológico. En todo momento se me agredía verbalmente y las médicas que me atendían en ese momento emitían juicios de valor sobre mi conducta, que ya habían juzgado como delictiva y cruel. Llegaron a decirme en presencia de mi pareja que por lo que había hecho “él ni siquiera flores me iba a llevar a la tumba si yo me moría de una infección”. (Dos médicas con objeción de Hipócrates, 13/8/2012, Página/12.)
Es verdad que una ley no acaba con crueldades de este tipo, ni va a solucionar los problemas de las mujeres, mucho menos va a abolir el patriarcado. Ya sabemos que la igualdad ante la ley no es la igualdad ante la vida. Pero mientras no exista igualdad, o al menos el derecho mínimo de decidir cuándo y cómo tener hijos, el Estado es el responsable de garantizar la vida de las mujeres.
Mientras haya penalización, mientras no se implementen los protocolos (al menos los que existen para los poquísimos casos de aborto no punible) y se permita a la Iglesia y a los sectores conservadores hacer pesar sus intereses en los gobiernos nacional y provinciales seguirán muriendo mujeres.
Contra la propaganda religiosa y de la derecha (peronista, radical y afines) de la defensa de la vida, esta prohibición solo aumenta la cantidad de muertes de mujeres, especialmente las mujeres pobres. No hay discurso, por más hipócrita que sea, que esconda esta realidad.
La responsabilidad directa, claro está, es de las médicas que sometieron a la mujer a esta tortura física y psicológica, pero este comportamiento cruel se ampara (y encuentra justificación) en la impunidad que garantiza la penalización del aborto y, por ende, la criminalización de las mujeres pobres (que no acceden al privilegio del aborto privatizado, igual de clandestino pero pagos y seguros).
Estas cosas van a seguir pasando en la Argentina de Cristina Fernández, mientras la presidenta mantenga su negativa a defender la vida de las mujeres trabajadoras y de los sectores populares, bajo el manto de silencio cómplice del progresismo K (que cumple el mandato de “no hablar de ciertas cosas”). Y en esta cruzada el kirchnerismo encuentra aliados en todas las alas del peronismo, entre los radicales y todos los partidos de los empresarios.
Las mujeres no deseamos la tutela del Estado sobre nuestros cuerpos, pero en la vida real (sobre todo en la vida real capitalista) la única garantía de la vida de millones de nosotras es el derecho al aborto libre, seguro y gratuito. Y como ya sabemos los derechos no se mendigan, ¡se conquistan!
Pero la conquista de este derecho, básico y elemental, no puede convertirse de ninguna manera en nuestro “techo”. En absoluto; solo puede ser un punto de partida para acabar con la opresión de las mujeres, la única forma de acabar realmente con esta y otras crueldades (que son perpetradas incluso por médicas mujeres, así de profundo cala el patriarcado) de la sociedad capitalista y patriarcal. Solo acabando con este sistema basado en la mayor de todas las desigualdades, la explotación capitalista, podremos conquistar nuestro verdadero “techo”: la liberación de la humanidad de todas las formas de explotación y opresión y, por lo tanto, la emancipación definitiva de las mujeres”. |