Los medios vienen mostrando terribles casos de violencia machista, algunos que terminaron con la vida de esas mujeres. En esta situación, ustedes se proponen recorrer el país con charlas y seminarios sobre la cuestión de la mujer en el marxismo. ¿Cómo ven la situación de las mujeres?
La violencia contra las mujeres es un flagelo muy extendido. Es un problema estructural y es necesario acompañar todas las iniciativas para paliar esta situación, con un cuestionamiento sobre las raíces del asunto: en una sociedad construida sobre la violencia que ejerce el Estado de una minoritaria clase parasitaria sobre millones de seres humanos, condenados a la explotación, ¿cómo puede combatirse y eliminarse la violencia contra las mujeres que es un eslabón de una larga cadena de terror, intimidaciones y crímenes?
La vida de las mujeres transcurre “normalmente” en violentas condiciones de falta de derechos, desigualdad, cosificación, imposiciones, relegamientos, exclusiones, injusticias. Estos fatales femicidios, son el último acto de un largo recorrido que hizo de las mujeres, un sujeto socialmente vulnerable.
Cuando en un país con altos índices de embarazo infantil y adolescente, un ministro dice que esas “maternidades” son una estrategia de las familias pobres para cobrar subsidios; cuando cientos de jóvenes pobres mueren por abortos clandestinos y algunos gobernadores declaman que no permitirán que se aplique el fallo de la Corte sobre aborto no punible, para estar a tono con la Presidenta, que está en contra que se legisle al respecto; cuando las mujeres seguimos apareciendo en la TV como objetos sexuales; cuando se calcula que un 40%, de las mujeres que trabajan lo hacen en empleos “no registrados”; cuando millones de trabajadoras deben ocultar su maternidad para conseguir un empleo, soportan el acoso sexual y laboral de gerentes, jefes y capataces, se ven forzadas a realizar miles de malabares para combinar sus horarios de trabajo con las exigencias domésticas... en fin, difícilmente se pueda acabar con la violencia femicida, la muestra más brutal y aberrante de estas formas de violencia que aparecen naturalizadas.
¿Cuál será el debate central de esta serie de charlas y seminarios?
Reflexionar sobre las contradicciones que dejaron abiertas las últimas décadas donde primó un mayor conservadurismo contra el espíritu más rebelde y anticapitalista que tenían los movimientos de liberación de la mujer y de liberación sexual de los ’70; se impuso un parámetro cultural individualista, la mercantilización de las relaciones personales y, al mismo tiempo, la integración, cooptación y normativización de aquellos movimientos contestatarios a través de la concesión de derechos democráticos elementales. Mientras en algunas metrópolis prolifera un discurso liberal sobre la “tolerancia” de la diferencia sexual y se accede a derechos antes impensados, en gran parte del planeta, millones de personas –mayoritariamente mujeres y niñas- son condenadas a la miseria y las peores humillaciones. Como única perspectiva se nos presenta una idea de “liberación” individual, asociada al consumo, el goce personal y la transformación del propio cuerpo, lo que contrasta dramáticamente con la realidad de millones de mujeres y personas gays, lesbianas y transexuales que son asesinadas, que mueren por abortos clandestinos, que se ven obligadas a ejercer la prostitución, que son secuestradas por redes de trata o que cargan sobre sus espaldas fatigosas dobles jornadas laborales en sus empleos y hogares. También profundizaremos sobre los elementos que nos da el marxismo para comprender el origen de la opresión y por qué está ligado históricamente al origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Otro tema serán las conquistas que se obtuvieron durante la Revolución Rusa. No porque creamos que haya que repetir al pie de la letra lo que los bolcheviques pensaron y llevaron adelante hace un siglo atrás, sino porque es muy inspirador retomar la esencia de su espíritu libertario, cuando sostenían que la liberación de las mujeres debía asentarse en su incorporación al trabajo asalariado, la socialización del trabajo doméstico y el amor o la unión libre.
Tanto las compañeras como los compañeros que somos marxistas revolucionarios tenemos que participar, como lo venimos haciendo, sin ningún sectarismo, de todos los movimientos de lucha por derechos democráticos. Pero al mismo tiempo proponernos la tarea de elevar la moral de las obreras, fortalecer su confianza en sus propias fuerzas, combatir el machismo de los trabajadores que sólo sirve para generar división entre las filas de los explotados, batallar contra el desprecio y el maltrato a las mujeres que se arrastran con el atraso y la brutalidad en la que nos sumerge el capitalismo. Es la única manera de que logremos sumar a nada menos que la mitad de la humanidad y de nuestra clase, las mujeres, a la lucha por cambiar la sociedad de raíz y acabar para siempre con las cadenas de la opresión. |