Contrabando
¡Quién diría que el bautismo de fuego de los grandes exportadores lleva la marca de la Iglesia! Así ilustró Cristina Kirchner el origen del día de la industria nacional, “cuando el 2 de septiembre de 1587 se hizo la primera exportación de estas tierras” por iniciativa del obispo Victoria, embarcando en la carabela San Antonio un cargamento de tejidos y bolsas de harina provenientes de Santiago del Estero. El desliz que omitió Cristina (y que recordó el historiador Felipe Pigna) fue que en la carga el obispo camufló kilos de lingotes y barras de plata extraídas de las minas del Potosí, resultado del saqueo de los pueblos indígenas, legalmente prohibido, que contribuyó a la acumulación originaria del capitalismo. El próspero obispo fue el primer importador de esclavos negros a Buenos Aires, mientras mantuvo bajo su dominio a 20.000 esclavos indios, toda una perlita emprendedora. De ese modo los exportadores entraron por la puerta grande de la historia con el signo del contrabando gracias a la bendición de la Iglesia, un gran ejemplo de picardía a emular.
Noches bravas
La escena de la bacanal transcurrió entre rosarios y encajes de prendas íntimas. La noche de Roma es fecunda en ofertas de escorts, y Carlo, un cura de 45 años, optó por un taxi boy al que le pidió mantener relaciones sexuales vestido con la sotana. “Las noches bravas de los curas gays” fueron captadas por las cámaras ocultas de la revista italiana Panorama, revelando la doble vida de los curas libertinos: de día expiando los pecados de los feligreses, de noche entre el desenfreno de las fiestas, las relaciones ocasionales y las reuniones gays. Las confesiones picantes de Panorama pusieron de los pelos al Vaticano, detonando el tronar los de sambenitos. Pero esa moral santurrona se da de patadas con la historia porque, como señala el investigador Eric Frattini en su libro Los Papas y el sexo, en el medioevo “ha habido Papas que controlaron la prostitución en Roma, concentrando a las más de 40.000 prostitutas existentes en la época en barrios especiales, exigiéndoles un impuesto que iba directamente a las arcas papales”. Si ayer fue la administración del proxenetismo hasta hace muy poco fueron las inversiones vaticanas en la transnacional Pzifer, fabricante de preservativos y de la célebre pastilla Viagra, un atentado a la “ley natural”, como denunció el escritor Osvaldo Bayer.
El Papa Benedicto XVI sostiene que la Iglesia católica es el resultado del encuentro entre la fe bíblica y la antigua filosofía griega, claro que para desgracia de Ratzinger los antiguos griegos enaltecieron las relaciones homosexuales como uno de los objetos más sublimes de su civilización, en las antípodas de los “castigos divinos” de Sodoma y Gomorra.
Iglesia y peronismo
En 1947, el general Perón instituyó la enseñanza obligatoria de la religión católica en todas las escuelas estatales y financió con subsidios públicos el pago de los salarios de los docentes de los colegios confesionales, un salto cualitativo que reforzó la unidad entre la Iglesia y el Estado. Amén del festival de subsidios, Menem no reparó en girar más de 30 millones de dólares de los Aportes del Tesoro de la Nación sólo para los confites de la “caja chica” de los obispos amigos.
Manteniendo intacta la legislación introducida por la dictadura para financiar a la Curia, en 2006, los Kirchner otorgaron plenos poderes a la Iglesia para diseñar los programas educativos de sus nueve universidades privadas a cambio de su aval en la sanción de la nueva Ley de Educación. Si bien la relación entre la Iglesia y el peronismo está signada por tensiones y conflictos, ¿acaso la doctrina de Perón no concibe a la Iglesia como parte orgánica de la “Comunidad Organizada” junto a las FF.AA., las cámaras patronales y los sindicatos? Una concepción reñida con la separación de la Iglesia del Estado, una tarea democrática que la burguesía en tanto clase conservadora se ha demostrado incapaz de llevar adelante. |