Hace un mes Natalia Gaitán, activista GLTTB de 27 años, fue asesinada por el padrastro de su novia, quien le disparó a un metro de distancia, “por lesbiana”. La noticia no tardó en aparecer en las secciones policiales de los medios, que pretendieron ocultar lo inocultable: Natalia murió pocas horas después, tras desangrarse en la vereda de un plebeyo barrio de Córdoba ante la negativa policial de trasladarla al hospital más cercano, la tardanza de horas de la ambulancia pública y el tratamiento que recibió una vez que llegó, agonizando, al centro de salud.
Graciela, la mamá de Natalia, tiene razón cuando denuncia que a su hija la dejaron morir "como a un perro" por ser lesbiana y pobre. Y también tiene razón cuando exige que su fusilamiento sea considerado como lo que fue: un crimen lesbofóbico, que comenzó con un disparo en la espalda pero se continuó después, con el tratamiento que dieron a su hija las instituciones del Estado, como las fuerzas policiales y la justicia, que exigió que su cuerpo fuera sometido a una autopsia para determinar “la verdadera causa de la muerte” y detectar si la joven se encontraba, antes de su muerte, bajo el efecto de “alguna droga, alcohol, o si alguna otra causa había provocado su muerte más allá del impacto de la escopeta con que Torres la fusiló”, como informó recientemente Página 12.
El de Natalia Gaitán no es un crimen aislado. Como señaló en la movilización realizada ayer en Córdoba nuestra compañera Leticia Celli, abogada del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ce.Pro.Dh) y de Eli Díaz: "Nos encontramos ante la expresión extrema de la opresión que sufrimos día a día las mujeres, gays y travestis; un femicidio y lesbocidio, avalado por las instituciones del Estado y por el gobierno cordobés y de la nación, que les niegan hasta los más elementales derechos democráticos, como a la salud, la educación sexual, el acceso al trabajo o la posibilidad del matrimonio de personas del mismo sexo, mientras sostienen instituciones retrógradas y plagadas de pederastas y genocidas, como la iglesia católica."
Para exigir justicia para Natalia Gaitán y para denunciar que en nuestro país miles de mujeres y varones son discriminados y perseguidos por “subvertir el orden natural” (como ha llamado la Iglesia a quienes no optan por la heterosexualidad), Pan y Rosas se moviliza en la Ciudad de Buenos Aires a la Casa de Córdoba, donde participará de una acción unitaria, junto a organizaciones de mujeres, GLTTB, sociales y políticas de izquierda.
Porque nuestros derechos no vendrán de la mano de quienes garantizan nuestra opresión, redoblamos nuestro llamado a apoyar activamente este reclamo y a confiar sólo en nuestras propias fuerzas para avanzar en la importante tarea de poner en pie un gran movimiento por nuestros derechos. |