Viernes 25 de julio de 2014

LAS MUJERES MAS PELIGROSAS

Su temor, nuestro orgullo

“Cada vez que pasan estas cosas no nos cansamos de decirlo; son las mujeres las que están en primera línea y la verdad que resulta increíble”, reprochaba una periodista, minutos antes de que comenzara la represión a trabajadores, organismos de derechos humanos, agrupaciones de mujeres y centros de estudiantes que le ponían el cuerpo a la Jornada Nacional de Lucha por los despedidos y suspendidos de Lear, el martes 08/06.

“Debemos contar la historia de la gente que sufrió y murió por la causa obrera. Debemos enseñarle a la gente la historia del movimiento obrero y debemos enseñarles el rol que jugaron las mujeres también para incentivarlas a que vuelvan a hacerlo. (…) Hemos conseguido algunas grandes ventajas económicas para la clase trabajadora en este país. Pero lentamente nos las están quitando. Ahora, tenemos que pelear en el plano político. Tenemos que organizarnos políticamente (…)”

 GENORA JOHNSON DOLLINGER
[Militante socialista, miembro de la “Brigada Auxiliar de Mujeres” durante la gran huelga de la GM de 1936 e ícono de la heroica lucha de los obreros y obreras estadounidenses]

“Cada vez que pasan estas cosas no nos cansamos de decirlo; son las mujeres las que están en primera línea y la verdad que resulta increíble”, reprochaba una periodista, minutos antes de que comenzara la represión a trabajadores, organismos de derechos humanos, agrupaciones de mujeres y centros de estudiantes que le ponían el cuerpo a la Jornada Nacional de Lucha por los despedidos y suspendidos de Lear, el martes 08/06. Haciendo eco del cinismo de un gendarme que, parado frente a nuestra compañera Victoria Moyano –nieta restituida, integrante del Ce.Pro.D.H. y militante del PTS- daba cátedra de impunidad gritando “saque a las mujeres de la primera línea, derecho internacional de las mujeres”, desde los grandes medios se buscaba construir un relato en el cual nuestro rol quedaba relegado al de un escudo impuesto, fatuo y frágil. Esta pintura engañosa no parte de la indignación sino de la impotencia. A la burguesía no le extraña ver a las mujeres en la primera línea… le asusta. Enfrentando a las fuerzas represivas del Estado, desafiando a los patrones, afrontando a la burocracia, aparecen aquéllas que no quiere ver.

Las mujeres que no sólo cuentan una historia de sufrimiento plausible de ser plasmada en un artículo conmovedor o que son capaces de generar un primerísimo primer plano emotivo que logre picos de rating, sino aquéllas que levantan la cabeza y el puño. Como lo hicieron a lo largo de la historia, a pesar de cómo se intente presentarlo, las mujeres aparecen. Y aparecen en primera línea.

Cuando en 1912 las obreras de Lawrence hicieron temblar a empresarios, funcionarios, policía y sindicato, en su heroica pelea por el pan y las rosas, se enfrentaron, por parte de los medios y políticos patronales de su época, a los mismos cuestionamientos que nos lanzan actualmente. Orgullosamente, una de las grandes protagonistas de la huelga, la militante de izquierda, y gran referente de la lucha y organización de las mujeres, Elizabeth Gurley Flynn, decretaba a propósito de su organización: “La IWW ha sido acusada de poner a sus mujeres al frente. La verdad es que la IWW no las mantiene atrás... y son ellas las que van al frente” [1]. Esta respuesta no debería desconcertar a nadie.

Sólo por usar a modo de ejemplo el caso de Estados Unidos, podemos constatar que fueron las mujeres las que lideraron algunos de los más importantes hitos en la lucha de clases, y las que asiduamente despertaron terrores entre empresarios y funcionarios. ¿Por qué, si no, en 1902 un fiscal llamó a la maestra irlandesa Mary Harris, “la mujer más peligrosa” de aquel país del norte? Porque Harris –o, como sería conocida a lo largo de toda su vida como incansable luchadora, Mother Jones-, devenida voluntariamente en obrera costurera, se organizó, dirigió y participó de importantes huelgas mineras, convirtiéndose en un ejemplo militante y sentando un precedente en lo que respecta a la potencialidad combativa de las mujeres organizadas. Tras de ella, siguieron muchas. A partir del 1900’, las trabajadoras textiles estadounidenses libraron importantes batallas contra el capital, que marcaron a fuego la historia de nuestra clase. Y no fueron únicamente las obreras las que sacudieron el edificio burgués y marcaron el paso a sus compañeros hombres. Desde los primeros intentos de organización de los trabajadores –que muchas veces no las contemplaba- ellas irrumpieron, no sólo haciendo escuchar su voz sino imponiendo su protagonismo, tomando parte activa de huelgas de sus esposos y vecinos.

El caso de los mineros, nuevamente, es más que ilustrativo. Durante las primeras décadas del siglo XX, cuando la extenuante prolongación de las medidas de fuerza de sus compañeros –la cual, en ocasiones, superaba los seis meses– resultaba en desalojos, las mujeres fueron las encargadas de montar las carpas para sostener las huelgas; fueron también las que cortaron las rutas, enfrentándose a los carneros; las que encabezaron los piquetes; las que tomaron parte en comités para facilitar comida y ropa; las que se fueron convirtiendo, con el transcurrir de los conflictos, en grandes oradoras y activistas irrefrenables, que vigorizaban y sostenían las luchas.

Tal como podemos ver hoy con las comisiones de mujeres y diferentes formas de organización que se dan las mismas al calor de duros combates como Gestamp, Lear o Donnelley, a través de los cuales se erigen como un ejemplo de valentía y compromiso, probando que si una mujer avanza ningún hombre retrocede. Si entendemos que “la democracia burguesa es la democracia de las frases pomposas, de las palabras solemnes, de las promesas liberales, de las consignas grandilocuentes sobre libertad e igualdad pero, en la práctica, todo esto oculta la falta de libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de libertad y la desigualdad de los trabajadores y explotados” [2], nada asombra que en Estados Unidos, ese país de la “libertad”, del “excepcionalismo” y la “democracia”, las mujeres hayan encabezado, en sucesivas ocasiones, el despertar del “sueño americano” persiguiendo o intuyendo aquél otro gran sueño. Que sean cada vez más las mujeres organizadas y al frente, peleando por el pan y por las rosas: ése es también nuestro desafío hoy.

Con cada batalla que libramos, las mujeres estamos enseñando historia, en el sentido que le otorga Genora Johnson Dollinger. Historia militante. La que toma cuerpo en las miradas cargadas de odio a los represores; en los cuerpos que sostienen los piquetes de las fábricas; en las cabezas, voces y manos que conspiran para derrotar este sistema opresor y barbárico. Sabemos que en nuestra empresa no estamos solas. Porque a la par que marchamos codo a codo con nuestros compañeros, cargamos con la bronca, el coraje, las alegrías y las experiencias de aquéllas que se levantaron antes que nosotras. Como expresa esta mujer combativa y militante, se torna fundamental una organización en el plano político, que nos permita dar la pelea de conjunto. Para que nuestros gritos y nuestros puños, henchidos de historia, se colmen de futuro.

[1] “The IWW has been accused of putting women in the front. The truth is the IWW does not keep them in the back, and they go to the front”.

[2] LENIN, V. I., "El poder soviético y la posición de la mujer", 1919.




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