XXVIº ENCUENTRO NACIONAL DE MUJERES EN BARILOCHE
Pocas mujeres, pocos debates
Aunque la Comisión Organizadora insista, cada año, en falsas cifras exorbitantes, los Encuentros Nacionales de Mujeres vienen perdiendo participación y masividad. En Bariloche, la distancia y los costos ayudaron para que fuera uno de los menos concurridos de los últimos años
Aunque la Comisión Organizadora insista, cada año, en falsas cifras exorbitantes, los Encuentros Nacionales de Mujeres vienen perdiendo participación y masividad. En Bariloche, la distancia y los costos ayudaron para que fuera uno de los menos concurridos de los últimos años (ver Cuento Chino).
Pequeñas delegaciones –esencialmente de la Patagonia- participaron de este Encuentro donde prevalecieron los paseos, las compras y las actividades realizadas por fuera de los talleres donde se debate la agenda de las mujeres (ver Turifem). Ya desde el discurso de apertura se preanunciaba lo que sería un Encuentro donde las y los responsables de las muertes por abortos clandestinos, de la existencia de las redes de trata, de la persecución a las luchadoras, de la represión a las mujeres que luchan por tierra y vivienda, no tuvieron nombre ni apellido. Y a pesar de que uno de los motivos por los que se eligió Bariloche fue la brutal represión policial que acabó con la vida de tres jóvenes de los barrios más pobres de esta ciudad, no permitieron que subieran al escenario las mujeres que integran la Multisectorial contra la Represión.
Las mismas de siempre
Este Encuentro, más aún que los anteriores, se caracterizó por la poca participación de mujeres independientes. Las que viajamos, mayoritariamente, lo hicimos organizadas con nuestros sindicatos, agrupaciones estudiantiles, grupos feministas, partidos políticos, centros de estudiantes, cooperativas, ong’s, etc. Estuvieron las mujeres que lucieron los pañuelos verdes con los que se identifica la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto; algunas jóvenes, encolumnadas con los centros de estudiantes, la FUBA y otras agrupaciones populares; un grupo reducido de mujeres identificadas con el gobierno de Cristina (Movimiento Evita, Kolina, etc.), a las que seguían otras compañeras de distintas regionales de la CTA; compañeras identificadas con MST-Proyecto Sur y otros grupos de centroizquierda e izquierda.
Por primera vez, la Iglesia no concurrió con una gran fuerza organizada. Aunque hubo algunas discusiones vehementes con mujeres de la Curia en algunos talleres –especialmente en los que se debatía sobre el derecho al aborto o en el que se hablaba de lesbianismo-, lo más destacado fue el cordón que hicieron en las puertas de la Catedral, durante la marcha de cierre del Encuentro.
Nuestra participación
Doscientas compañeras de Pan y Rosas – Neuquén (acompañadas por una pequeña delegación de compañeras de otras ciudades del país), participamos junto a las mujeres del PO e IS en el Frente de Izquierda.
En todos los talleres propusimos sacar un pronunciamiento por la aprobación inmediata del proyecto de ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto y organizar una gran movilización para el 1º de noviembre, cuando empezará a tratarse en el Congreso (ver Mi primer Encuentro).
También, denunciamos las persecuciones a las luchadoras y luchadores, proponiendo una gran campaña por los desprocesamientos (ver Jornada por 10 años de gestión obrera en Zanon). Y junto a las compañeras del PO, invitamos a marchar el 20 de octubre, cuando se cumple un año del asesinato de Mariano Ferreyra.
¿Quién vacía los Encuentros?
Hace años que las compañeras de Pan y Rosas venimos planteando la necesidad de que los Encuentros Nacionales de Mujeres se transformen en una gran tribuna de lucha y organización de miles de mujeres, es decir, que además de encontrarnos a debatir, también podamos volver a nuestros lugares de trabajo, barrio y estudio con un plan de acción a seguir en la lucha por nuestros derechos.
Lamentablemente, el PCR (ahora en Proyecto Sur) repite una y otra vez la política de imponer sus ideas y posiciones de manera absolutamente antidemocrática. ¿Cómo se puede explicar que lo que decide una Comisión Organizadora de nunca más de 30 ó 40 mujeres –la mayoría del PCR- es más democrático que lo que podemos resolver, a mano alzada, miles de mujeres en decenas de talleres y comisiones, dejando expuesta a una pequeña minoría no “inocente”, sino organizada por la jerarquía eclesiástica, que insiste en su reaccionaria misoginia, contra nuestros derechos?
Pero esta política del falsamente denominado “consenso” por el cual, por ejemplo, vale lo mismo la opinión de una chupacirios pagada por la Iglesia para impedir nuestros debates, que la opinión de cuarenta mujeres que hicieron un esfuerzo considerable por viajar a los lugares más remotos del país a expresar su deseo de que se legalice el aborto, es claramente una política que sólo puede servirle a nuestros enemigos clericales, oscurantistas, fundamentalistas y reaccionarios de la Iglesia y los sectores políticos derechistas.
Y miles de mujeres de todo el país, vuelven a sus lugares de origen con el sabor amargo de haber perdido tres días intentando hacerse escuchar en medio de los gritos, las provocaciones e incluso las agresiones físicas de las minoritarias “patotas” organizadas por las sotanas.
¡Ningún compromiso con la Iglesia, ni el Estado o el gobierno de turno!
Esta vez, no fue la Iglesia la que impidió que se lograra votar un plan de lucha y movilización por el derecho al aborto. El “espíritu del consenso” y el impedimento abierto y descarado a que pudiéramos plantear nuestras opiniones sirvieron para no molestar al gobierno de Cristina Kirchner, en medio de la campaña electoral, que está en contra –como la mayoría de sus gobernadores, intendentes, funcionarios y diputados- de avanzar en la legalización del aborto.
Nadie quería levantar el avispero. Por eso, los debates fueron escasos, abstractos y todas coincidieron en querer acallar a la única fuerza consecuente con la lucha por el derecho al aborto: nosotras, la izquierda.
Las compañeras de Pan y Rosas planteamos, en cada lugar donde participamos, que era necesario abrir esta reflexión para evitar que los Encuentros se sigan vaciando de participación y debate. Es hora de sincerarnos y plantearnos una perspectiva que vuelva a nutrir a los Encuentros Nacionales de Mujeres de la única fuerza que es capaz de mantenerlos vivos por muchos años más: la de decenas de miles de mujeres trabajadoras, desocupadas, estudiantes, amas de casa, intelectuales, artistas, activistas que quieren reunirse para debatir, organizarse y fortalecer la lucha por nuestros derechos.
“Yo sabía que a la Iglesia la cuida la policía”
El Encuentro cerró con una movilización que recorrió las calles de Bariloche, en la que participaron alrededor de 3500 mujeres de las distintas agrupaciones sindicales, políticas, feministas, estudiantiles y algunas compañeras independientes, partiendo de El Alto y culminando en el Centro Cívico.
La delegación de Pan y Rosas-PTS participó en una columna unitaria –junto con PO, IS y compañeras de la Lista Marrón del Sindicato Ceramista de Neuquén-, encabezada por la bandera de Mujeres en el Frente de Izquierda.
Una vez que la marcha desembocó en el Centro Cívico, nuestra columna siguió varias cuadras más hasta la Catedral, donde convergimos con otras agrupaciones que también reclaman el derecho al aborto. Como en ocasiones anteriores, la Comisión Organizadora había preparado un recorrido que no cruzaba por la Catedral, intentando evitar que denunciáramos a la jerarquía eclesiástica, los sectores fundamentalistas y derechistas que se oponen a nuestros derechos.
En la puerta de la iglesia, un nutrido grupo de hombres católicos custodiados por un cordón de policías armados con cascos, chalecos y máscaras antigás fueron repudiados por las manifestantes al grito de “Yo sabía que a la Iglesia la cuida la policía”.
Una vez más “les hicimos el Encuentro”... pero, nos volvimos con el sabor amargo de ver cómo, esta herramienta que podría ser poderosa para la organización de un multitudinario movimiento de lucha de las mujeres de todo el país, agoniza bajo la regimentación de las corrientes que participan de su organización, las que eligen consensuar con la Iglesia y el gobierno, antes que desatar la fuerza imparable de miles de mujeres que ansían luchar por sus derechos.
Temas relacionados