A 109 AÑOS DE LA APARICIÓN DEL PERIÓDICO LA VOZ DE LA MUJER
¡Paso a las mujeres trabajadoras!
Cuando se acercaba el final del siglo XIX en Buenos Aires, las calles estaban repletas de inmigrantes que venían a estas costas para empezar una nueva vida, huyendo de la miseria del viejo continente europeo. Las ideas anarquistas y socialistas poblaban los lugares de trabajo; los barrios obreros eran escenario de mítines, reuniones sindicales y agitación callejera. Gran parte de la joven clase obrera estaba nutrida de españoles e italianos y casi la mitad de la población económicamente activa eran mujeres.
Celeste Murillo@rompe_teclas
"?ya se acabó aquello de Anarquía y Libertad, las mujeres a fregar. -¡Salud!"
Cuando se acercaba el final del siglo XIX en Buenos Aires, las calles estaban repletas de inmigrantes que venían a estas costas para empezar una nueva vida, huyendo de la miseria del viejo continente europeo. Las ideas anarquistas y socialistas poblaban los lugares de trabajo; los barrios obreros eran escenario de mítines, reuniones sindicales y agitación callejera. Gran parte de la joven clase obrera estaba nutrida de españoles e italianos y casi la mitad de la población económicamente activa eran mujeres.
Por esos años no existían leyes laborales, ni protección alguna para los trabajadores, menos aún para las mujeres obreras, quienes realizaban los trabajos peor pagos. Mucho más lejano estaba el horizonte de los derechos civiles y políticos, a cuya degradación asistimos cada día. Las mujeres se encontraban al mismo nivel que los niños o los débiles mentales, imposibilitadas de manejar el destino de sus propias vidas, a la sombra de un patrón, un cura o un marido.
Desde estos socavones de miseria y humillación nace el odio y las demandas de las mujeres trabajadoras, condenadas a la jornada interminable que comenzaba en el hogar, seguía en la fábrica o el taller y continuaba nuevamente en el hogar. Los conventillos, donde el pueblo trabajador vivía hacinado, en condiciones deplorables, no ayudaban. Y las restricciones a la participación política de los inmigrantes, que eran gran parte de la población de Buenos Aires, hacían, de los barrios obreros, verdaderos polvorines.
La jornada laboral era, al menos, de diez horas y seis días a la semana, en los mejores casos. No existían licencias de ningún tipo y, aunque los sueldos no eran bajos en comparación con otros países como Estados Unidos, las constantes devaluaciones liquidaban el salario obrero.
Enero de 1896: las mujeres alzan su voz
Un sector de mujeres organizadas en el comunismo anárquico (1) decide hacer visible esta doble opresión. Para esto publican un periódico que llamarán La Voz de la Mujer, el que verá la luz por primera vez el 8 de enero de 1896 (2).
Esta publicación, editada por iniciativa pura, exclusiva y autofinanciada de mujeres anarco-comunistas será recibida en forma dispar. Pero, donde más rechazo causa es en las propias filas anarquistas.
Aunque estas organizaciones (sindicales y políticas) incorporarán más tarde, hacia 1900, la consigna de "Igual trabajo, igual salario", sus integrantes no ven con buenos ojos la participación de las mujeres, en especial aquella que cuestione la opresión de género, y mucho menos la que los cuestiona a ellos. Ya los anarquistas proudhonistas franceses se habían opuesto a las reivindicaciones de igualdad en el ámbito del trabajo y consideraban que "el lugar natural de las mujeres es el hogar".
Denunciando la opresión y contra estas "máximas", aparece con gran ímpetu el primer número de La Voz de la Mujer, que comenzaba su editorial señalando:
"COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS -¡SALUD!
Y bien: hastiadas ya de tanto y tanto llanto y miseria, hastiadas del eterno y desconsolador cuadro que nos ofrecen nuestros desgraciados hijos, los tiernos pedazos de nuestro corazón, hastiadas de pedir y suplicar, de ser el juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explotadores o de viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto social y exigir, exigir decimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida. (...) . Comprendimos que teníamos un enemigo poderoso en la sociedad actual y fue entonces también que, mirando a nuestro alrededor, vimos a muchos de nuestros compañeros luchando contra la tal sociedad: y como comprendimos que ése era también nuestro enemigo, decidimos ir con ellos en contra del común enemigo, mas como no queríamos depender de nadie, alzamos nosotras también un girón del rojo estandarte; salimos a la lucha? sin Dios y sin jefe".
La Voz de la Mujer causa un revuelo importante, desde los que apoyan la valiente iniciativa hasta los que la desprecian, bajo justificaciones tales como "la lucha contra la explotación viene primero, es más importante", o directamente señalando que las mujeres no tenían por qué "meterse en esas cuestiones".
Fueron aislados los casos de recibimientos cálidos y alentadores. Ante las acusaciones de "feministas" en tono peyorativo, las acusaciones de reformismo, las redactoras salieron nuevamente al ataque, y con su pluma punzante y molesta para muchos varones anarquistas escribieron en su segundo número:
"-¡APARECIÓ AQUELLO! (A los escarabajos de la idea)
Apareció el primer número de La Voz de la Mujer, y claro, -¡allí fue Troya! Nosotras no somos dignas de tanto, -¡cá! -¡No señor!, -¿emanciparse la mujer?, -¿para qué? -¿qué emancipación femenina ni que ocho rábanos?, -¡la nuestra!, venga la nuestro primero, y luego, cuando nosotros, los hombres, estemos emancipados y seamos libres, allá veremos".
Los debates desatados por el claro enfrentamiento de La Voz de la Mujer a instituciones como el matrimonio, la Iglesia (y directamente contra el abuso de los curas) y por la furia que expresan contra la opresión de la que son víctimas, dejan en un segundo plano, sin embargo, un elemento central que señalaban estas mujeres: la clara perspectiva de que no existía posibilidad alguna de lograr la emancipación de las mujeres desligada de la lucha contra el capitalismo y que las principales protagonistas, llamadas a la acción, eran las mujeres obreras.
Eso fue algo que sus "detractores" se negaron a ver, obtusamente. Porque lo que yacía en el agudo cuestionamiento de estas mujeres era la percepción de que no podía dejarse para otro momento la lucha contra la opresión de las mujeres, tanto en el trabajo como en el hogar, ni los problemas que percibían en las mismas filas de los revolucionarios.
"Pero es preciso señores cangrejos y no anarquistas, como mal os llamáis, pues de tales tenéis tanto como nosotras de frailes, es preciso que sepáis de una vez que esta máquina de vuestros placeres, este lindo molde que vosotros corrompéis, ésta sufre dolores de humanidad, está ya hastiada de ser un cero a vuestro lado, es preciso, -¡oh!, -¡falsos anarquistas! que comprendáis una vez por todas que nuestra misión no se reduce a criar vuestros hijos y lavaros la roña, que nosotras también tenemos derecho a emanciparnos y ser libres de toda clase de tutelaje, ya sea social, económico o marital".
Las ideas de Engels sobre el matrimonio como institución burguesa no eran desconocidas por el anarquismo; sin embargo, eran sólo sus mujeres quienes cuestionaban estas instituciones, no sólo por su carácter burgués, sino también por la restricción que éstas significaban para las mujeres, especialmente las trabajadoras, a pesar de lo cual se encontraban profundamente arraigadas en las mismas familias obreras.
La particularidad de La Voz de la Mujer fue precisamente ver una especificidad en la opresión hacia las mujeres, y hacer de ello su propio girón del estandarte rojo.
La Voz de la Mujer veía un callejón sin salida en la lucha por la emancipación de la mujer si no se luchaba contra el capitalismo explotador; pero, al mismo tiempo, señalaban con razón que el camino hacia la liberación de la humanidad se haría complejo (por decir lo menos) si la opresión de gran parte de la clase que podía acaudillar la revolución, era ignorada, y lo que es peor, oprimida.
"Ya lo sabéis, pues, vosotros los que habláis de libertad y en el hogar queréis ser unos zares, y queréis conservar derecho de vida y muerte sobre cuanto os rodea, ya lo sabéis vosotros los que os creéis muy por encima de nuestra condición, ya no os tendremos más miedo, ya no os admiraremos, ciega y tímidamente vuestras órdenes, ya pronto os despreciaremos y si a ello nos obligáis os diremos cuatro verdades de a puño. Ojo, pues, macaneadores, ojo cangrejos.
Si vosotros queréis ser libres, con mucha más razón nosotras; doblemente esclavas de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de Anarquía y Libertad, las mujeres a fregar. -¡Salud!"
La Voz de la Mujer inauguró así, diciendo cuatro verdades de a puño, enfrentando muchas veces a sus propios compañeros de lucha, la primera publicación escrita por mujeres para mujeres, especialmente dedicada a la vida de las obreras.
Un 8 de enero, a fines del siglo XIX, quizás tan caluroso como éste, en medio de los conventillos, las jornadas laborales interminables, los hijos y los maridos, se alzó una nueva voz en el concierto social? La Voz de la Mujer.
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