Viernes 8 de abril de 2011

FEMICIDIO Y VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

A sangre y fuego

Verónica Medina, Vanesa Barrera, Ivana Correa, Carolina Ruiz Díaz. Son algunas de las mujeres que murieron quemadas por sus maridos, novios o concubinos en los últimos meses.

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Verónica Medina, Vanesa Barrera, Ivana Correa, Carolina Ruiz Díaz. Son algunas de las mujeres que murieron quemadas por sus maridos, novios o concubinos en los últimos meses. Las cifras [1], los casos conocidos semana a semana y la lucha de movimientos de mujeres hicieron que los medios se hicieran eco y hagan visible por momentos lo que cotidianamente, desde hace años, el Estado, la Justicia y esos mismos medios -que a su vez chorrean machismo presentando a la mujer como un mero objeto a ser consumido por los hombres-, trataron de invisibilizar.

La política del gobierno, cínico doble discurso

Los casos cotidianos de femicidios obligaron al gobierno a pensar algunas “iniciativas” tendientes a mostrarlo “preocupado” en el tema.

Desde el Ministerio de Justicia se creó la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género, a cargo de Perla Prigoshin [2] . Lo ostentoso del título contrasta con el prontuario del Poder Judicial respecto al femicidio y la violencia contra las mujeres. Un ejemplo reciente es el casi consumado cierre del caso Fátima Catán, quemada viva hace más de 8 meses, que no tiene detenidos. Allí el juzgado alega que no hay pruebas para seguir adelante. Sin embargo la fiscalía no cito a declarar al único testigo, su pareja, y omitió solicitar una reconstrucción de lo que él declaró fue un simple suicidio. Desesperada por evitar este desenlace, que muestra una cadena de complicidades y encubrimientos, la madre de Fátima es tratada como una demente [3].

También podemos citar el caso del juez Piombo [4], que redujo la pena de un abusador porque las víctimas “eran mujeres que viven en comunidades en las que el nivel social acepta relaciones a edades muy bajas”. El carácter patriarcal y clasista de la justicia brota por todos sus poros.

A su vez, la revictimización de las mujeres agredidas es lugar común en las denominadas “comisarías de la mujer”. Aquellas que se acercan a denunciar son atormentadas con cientos de preguntas y deben sortear una carrera de obstáculos para que se dé curso a sus denuncias. En varios de los casos más recientes se comprobó que las mujeres ya habían denunciado a sus atacantes.

El rol de la justicia y la policía no puede sorprendernos. Estas instituciones son las que, acompañando las directivas del gobierno, militarizan los barrios, criminalizan la protesta social, reprimen a los que salen a luchar y matan a los que pelean por sus derechos como los hermanos Qom en Formosa o los compañeros del Parque Indoamericano.

Campañas que nos ofenden

Desde el Ministerio de Desarrollo Social se impulsa una campaña para “acabar con el machismo”. La idea es convocar a 260 hombres públicos que “firmarán un documento comprometiéndose a revisar su propio comportamiento machista y buscarán multiplicar el mensaje entre otros hombres y mujeres en diferentes intervenciones públicas”, según la propia Ministra Alicia Kirchner.

Entre los “notables” firmantes encontramos nada menos que a Daniel Scioli y a los ministros Tomada y Boudou. Un chiste de mal gusto. Ellos justamente son quienes atacan con sus políticas de bajos salarios, manteniendo grandes sectores precarizados o en negro (la gran mayoría mujeres), el desguace de la salud pública, la militarización de los barrios con la Gendarmería y la baja de la edad de imputabilidad. El gobernador Scioli es el jefe máximo de la maldita policía, institución cómplice y socia de proxenetas que llenan sus bolsillos explotando mujeres.

Ni qué hablar de Amado Boudou, en cuya gestión lo más “destacable” fue favorecer ante todo a bonistas y empresarios, y hoy se erige como candidato a Jefe de Gobierno del kirchnerismo avalado por Moyano. Que funcionarios de esta calaña firmen contra el machismo es el colmo del cinismo.

¿Y qué podemos decir de lo sucedido en Catamarca? Allí los k acaban de apoyar a Lucía Corpacci, la gobernadora electa e integrante del clan Saadi, la que no tuvo empacho en defender a su primo Ramón, cómplice y encubridor del asesinato de María Soledad Morales, diciendo que en Catamarca no es un personaje tan cuestionado como en Buenos Aires y que el asesinato no fue como lo cuentan los medios. Vale mencionar el triste papel cumplido por la vicepresidenta del INADI, María Rachid, felicitando a Corpacci por el triunfo como candidata del Frente Para la Victoria.

Ocho años de más violencia contra las mujeres

Con el Kirchnerismo las mujeres continúan muriendo por aborto clandestino, sufren la precarización laboral y son criminalizadas cuando salen a luchar por sus derechos.

Desde el gobierno se mantiene prohibido el aborto y ni siquiera se implementa el Programa de Salud Sexual Reproductiva y la educación sexual en las escuelas. Tampoco se proponen terminar con el trabajo precario, en negro y bajo pésimas condiciones, que implicaría tocar las ganancias multimillonarias de los capitalistas.

Nada de eso está dispuesta a hacer Kristina. Mucho menos en este año electoral, donde la prioridad parece ser continuar ganándose la simpatía de la burguesía, no enfrentarse a la Iglesia, seguir reconciliándose con las Fuerzas Armadas (como planteó en el acto por Malvinas) y cerrar filas como en La Rioja, con el partido de Menem, que instituyó a instancias del Vaticano el Día del niño por Nacer.

El doble discurso K demuestra que quienes sufrimos la violencia, la discriminación y hasta la muerte por ser mujeres debemos organizarnos independientemente del Estado y luchar por nuestras reivindicaciones: refugios u hogares para las víctimas y sus hijos, garantizados por el Estado y bajo el control de las propias afectadas, las organizaciones de mujeres, las compañeras que son parte de comisiones internas y sindicatos, con profesionales y especialistas, sin presencia policial ni judicial.

Debemos exigir subsidios acordes a la canasta familiar para las víctimas de violencia desocupadas o de bajos recursos, acceso a viviendas dignas y trabajo para todas.

Estos pasos son indispensables para empezar a combatir la violencia contra las mujeres. Pero ésta no podrá acabar del todo en tanto persista este sistema, basado en la miseria y la explotación de millones de seres humanos que impone una minoría parasitaria sedienta de ganancias. Tenemos que organizarnos junto a nuestros compañeros para terminar con el capitalismo, que se ha valido de la milenaria opresión a la mujer para ejercer su dominio.




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