Lunes 10 de enero de 2005

1905 - 9 DE ENERO - 2005

A 100 años de la muerte de Louise Michel, la Virgen Roja del Proletariado

Corría el año 1871 y por primera vez en la Modernidad, los trabajadores conquistaban un organismo de poder: la Comuna de París fue el primer gobierno obrero. En esa lucha revolucionaria, la presencia de las mujeres fue un factor sin el que la historia hubiera sido otra. Ellas peleaban por equiparar sus derechos de ciudadanas a los de los hombres, al mismo tiempo que lo hacían por mejorar los de los desválidos y más débiles sujetos del orden social imperante.

  • Louise Michel

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"...La revolución social es el más vivo de mis deseos; más aún, me honro en ser uno de los promotores de la Comuna..."

Palabras de Louise Michel durante el interrogatorio del Consejo de Guerra - Audiencia del 16 de diciembre de 1871

Corría el año 1871 y por primera vez en la Modernidad, los trabajadores conquistaban un organismo de poder: la Comuna de París fue el primer gobierno obrero. En esa lucha revolucionaria, la presencia de las mujeres fue un factor sin el que la historia hubiera sido otra. Ellas peleaban por equiparar sus derechos de ciudadanas a los de los hombres, al mismo tiempo que lo hacían por mejorar los de los desválidos y más débiles sujetos del orden social imperante.

En aquellos tiempos, muchas prácticas sociales eran juzgadas en base al Código Civil Francés, uno de los instrumentos burgueses más restrictivos respecto al status social femenino. Despojaba a las mujeres de cualquier derecho, sometiéndolas enteramente al padre o al marido. No reconocía las uniones consensuadas y los hijos que nacían de esas relaciones eran considerados ciudadanos espurios.

Por todo ello, la Comuna se presenta para las mujeres parisinas como una posibilidad de conquistar no sólo la república, sino también de construir un orden social que las incluyera.

Una de las más destacadas es Louise Michel. Hija de una sirvienta, porta apellido materno, aunque su padre fue un noble que huyó del castillo de Vroncourt cuando la niña nació. Sus abuelos paternos se ocuparon de darle una esmerada educación, dedicándose cuando mayor, a la pedagogía. Evidenció su personalidad desafiante y temeraria al negarse a jurar fidelidad al Imperio; cuando pudo fundó una escuela libre inspirada en ideas radicales y antieclesiásticas. Animó el Club de la Revolución cuyas sesiones en una iglesia presidió a menudo. Conforme a sus convicciones, abogó por la enseñanza profesional y la creación de orfanatos laicos, que ahora nos parecen naturales, pero que en aquellas épocas resultó una innovación difícil de aceptar.

Su vida fue muy activa ya que mientras colaboraba en periódicos opositores, seguía cursos nocturnos, frecuentaba reuniones en los centros clandestinos de los comunistas, y además escribía poesías. Una de las más elocuentes, escrita en aquél 1871, dice así:

Cuando la multitud hoy muda,
cruja como el océano,
dispuesta a morir,
la Comuna surgirá.

Volveremos, multitud sin número,
vendremos por todos los caminos,
espectros vengadores saliendo de la sombra,
vendremos estrechándonos las manos.

La muerte llevará el pendón;
la bandera negra rizada por la sangre;
y, púrpura, florecerá la tierra,
libre bajo el cielo llameante.

Como mujer militante, participó en la 1era Internacional, fundando la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, inspirada en las ideas de Marx.

Además de sus condiciones de luchadora y propagandista, tenía condiciones dirigentes: fue elegida para presidir el Comité Republicano de Vigilancia de los ciudadanos.

El 18 de marzo de 1871, cuando en París se proclama la Comuna (1) , Louise Michel, con todo su temperamento y entusiasmo subversivos adquiere imponentes fuerzas, encabezando la insurrección.
Fueron ellas, las mujeres, interponiendo sus cuerpos delante de los cañones, las que impidieron que las tropas al mando de Thiers desarmaran París y además lograron desencadenar la reacción popular.
Durante la "Semana Sangrienta" (2) los prisioneros fueron fusilados o deportados a las colonias, donde la mayoría murió. Un batallón de mujeres levantó la legendaria barricada que defendería vigorosamente hasta ser masacradas después de su caída. El 16 de diciembre de 1871, Louise aparece ante los jueces pidiendo para sí la muerte al igual que sus hermanos, reivindica morir en el Campo de Satory donde en la noche del 27 de Mayo millares fueron masacrados por las tropas de Versalles. Mantiene una actitud heroica ante el tribunal, ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria, rechaza los abogados designados y presenta su defensa personalmente. "Pertenezco toda a la Revolución Social. Declaro aceptar la responsabilidad de mis actos (...) El Comisario de la República tiene razón. Ya que, según parece, todo corazón que bate por la libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, exijo mi parte!. Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de la Comisión de las Gracias". Finalmente fue deportada por nueve años a Nueva Caledonia (3) donde enseñó a los aborígenes Canaca a pensar en la libertad, ayudándolos a rebelarse contra el yugo colonial francés. Cuando regresa a París, fue penada con seis años de cárcel por encabezar una manifestación de desocupados que culminó con la rotura de ventanas de panaderías y carnicerías. En esa ocasión, llevaba una bandera negra, que fue tomada como símbolo de lucha por los anarquistas. Reanuda su militancia: da conferencias predicando la idea de la liberación por medio de la revolución social, en contra de la pena de muerte y a favor de la huelga general. Hacia 1890 y hasta 1895, vivió en Londres donde escribió algunas de sus poesías y novelas, La miseria, Los malditos, La hija del pueblo, Los microbios humanos, El nuevo mundo y sus Memorias sobre La Comuna.

Fue una luchadora incansable: o estaba en la primera fila combatiendo, o en la retaguardia, conteniendo a los que huían.

En Marsella, en 1905, mientras daba una conferencia a trabajadores, murió la que después fue llamada "la virgen roja", la "Juana de Arco revolucionaria".

Una multitud integró el cortejo fúnebre; era enterrada una mujer que representó la participación femenina en actividades consideradas hasta entonces como exclusivamente de los varones; reafirmando la fuerza revolucionaria de las mujeres ya perfilada a partir de la Revolución de 1789, que se transformó en un movimiento mundial indestructible e ineluctable. Desde entonces, la escena de la lucha a favor de los explotados y los oprimidos cuenta con su presencia. A 100 años de su muerte, sean estas palabras un homenaje a Louise Michel y a todas y todos los muertos que dejó la atroz represión que interrumpió el primer gran intento de la clase obrera de tomar el cielo por asalto y construir un nuevo orden social, más justo y equitativo.




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