Jueves 11 de septiembre de 2008

Ser maestra, profesión insalubre

El trabajo docente, en sus distintos niveles, requiere e incluye, además del tiempo en el que se está en el aula frente a los alumnos, variadas actividades que se realizan, la mayor parte de las veces, fuera de la escuela.

El trabajo docente, en sus distintos niveles, requiere e incluye, además del tiempo en el que se está en el aula frente a los alumnos, variadas actividades que se realizan, la mayor parte de las veces, fuera de la escuela. Preparar las clases, corregir trabajos, buscar material didáctico, reunirse con los padres, preparar actos escolares, ornamentar el salón... Por otra parte, al trabajo escolar y extra-escolar se suman otras tareas como atender los problemas sociales de los alumnos y contener situaciones de violencia, en ocasiones darles de comer y detectar situaciones de violencia o abuso en sus familias. Todas estas tareas tan disímiles entre sí nos exigen una polifuncionalidad que conlleva un fuerte y cotidiano desgaste psíquico y físico que se expresa en el deterioro de nuestra salud. Disfonía, reumatismo, gastritis, lumbago, problemas de la visión, várices y problemas posturales... la lista parece interminable, pero aún hay que sumarle aquellas otras enfermedades que no son reconocidas como laborales por la Dirección de Escuelas, como el síndrome de Burnout, cuyos síntomas son cansancio y desgaste emocional, pérdida de energía, desmotivación, desorientación, incapacidad de concentración y sentimientos depresivos.

Acuciadas por un salario que no alcanza a cubrir la canasta familiar, las docentes trabajamos dos y hasta tres turnos, muchas veces en situación de inestabilidad, ya que estamos durante varios años como maestras provisionales o suplentes, sin que se nos otorgue la titularidad en el cargo. A esto se le suman las jornadas de trabajo doméstico no remunerado, algo que recae en la mayoría de los casos sobre nuestras espaldas.

Si prestamos atención a nuestro lugar de trabajo, rápidamente nos damos cuenta que dista mucho de ser un lugar ideal: edificios en mal estado, suciedad, humedad, sin calefacción, pérdidas de gas, agua contaminada... estos son sólo algunos de los problemas con los que las trabajadoras de la educación nos enfrentamos a diario.

Que las maestras dejemos nuestras vidas en la escuela no puede ser algo "normal". Debemos exigir que un cargo tenga un salario equivalente a la canasta familiar, el reconocimiento de todas las enfermedades laborales y sus correspondientes licencias y mejores condiciones de trabajo; la estabilidad de todos los docentes, horas institucionales pagas para el trabajo extra-curricular, con jornadas de reflexión para discutir nuestros intereses con nuestras compañeras y compañeros. Por el nombramiento inmediato de nuevas trabajadoras y trabajadores para cubrir todos los cargos que sean necesarios, eliminando las aulas "superpobladas" y la falta de cupos para niñas y niños en las escuelas. Por guarderías gratuitas atendidas por trabajadoras y trabajadores idóneos en todos los lugares de trabajo, financiadas por el Estado y las patronales del sistema educativo privado, para afrontar el cuidado de nuestras hijas e hijos.


Estamos impulsando una encuesta que nos permitirá conocer mejor nuestra situación sobre las condiciones de vida, trabajo y medio ambiente laboral. Te invitamos a sumarte a este proyecto. Ya lo estamos llevando adelante en La Matanza, Lomas de Zamora, Quilmes, San Martín, Tigre, La Plata y también en las ciudades de Córdoba y Neuquén.




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